Los temas morales (traición y supervivencia, muerte y libertad)

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   "En La Fundación está implícito Buero al ciento por ciento. El Buero que no amonesta ni abomina,
ni predica admoniciones, sino que reflexiona y plantea interrogantes. El Buero empecinado en la conquista
de una esperanza trágica, ilusionado con la capacidad del ser humano para trascender sus propias
limitaciones deserciones y caídas".
   (José María Claver, "Metamorfosis de las cárceles del alma", Ya, 17 de enero de 1974.)

Criterios específicos de corrección

El teatro de Antonio Buero Vallejo aporta el tema existencial, el social y el ético o moral a la escena española del siglo XX. Sin duda sus aportaciones son numerosas, pues podemos considerarlo, junto con García Lorca y Valle-Inclán, uno de los pilares de nuestro teatro patrio en el pasado siglo. Buero contribuye con aportaciones como la construcción de los personajes (con una tara, personajes complejos divididos en activos y contemplativos) y, por supuesto, con aportaciones relativas a la técnica teatral (la construcción abierta, los efectos de inmersión).

Pero en esta pregunta, el alumno debe centrarse en la dimensión moral de los temas en La Fundación (y colateralmente, en otras obras importantes del autor, como Historia de una escalera o El tragaluz). En particular, deben tratarse los temas relacionados con la traición (la de Tomás, la de Max, que son distintas y merecen distinto tratamiento -a uno se le perdona su delación, el otro es asesinado por Lino) y la lucha por sobrevivir. También debe hablarse de la lucha por la libertad en los regímenes totalitarios, lo que lleva a afrontar la pena de muerte incluso si se es capturado y encarcelado por la policía política del régimen. La culpa y su redención es otra idea muy importante.

En definitiva, el alumno debe centrarse sobre todo en la vida carcelaria en las dictaduras, la existencia de la delación y la tortura, la lucha por la libertad y el peligro continuo de morir, todo ello tratado de manera alegórica por Buero, pero en realidad referido por él hacia la propia situación española, algo que no podía afirmarse de manera directa, pues en ese caso se era objeto de actuación por parte de la censura franquista.

Contextualización rápida: El escritor y su obra. La Fundación (1974)

Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000) forma con Valle-Inclán y con García Lorca la triada de dramaturgos más relevantes del siglo XX español. Ganó múltiples premios, desde que recibió el primero, el Premio Lope de Vega en 1949, con Historia de una escalera.

Estudió Bachillerato en Guadalajara (1926-1933) y pronto su familia se trasladó a Madrid, donde ingresó en la Escuela de Bellas Artes.

Al comenzar la Guerra civil, quiso alistarse como voluntario, pero su padre se lo impidió.

Al finalizar la guerra, Buero, republicano convencido, fue encarcelado y condenado a muerte por «adhesión a la rebelión». Tras ocho meses de angustia, se le conmutó la pena por la de reclusión durante treinta años, aunque realmente "solo" pasó seis entre rejas. Una vez liberado, se reincorporó con éxito a la vida teatral española, siendo cada vez más reconocido. Fue miembro de la Real Academia Española desde 1971. Recibió el Premio Cervantes (1986) y el Nacional de las Letras Españolas (1996).

Falleció en Madrid, a los 83 años.

Entre sus obras principales, destacamos:

  1. Historia de una escalera (1949).
  2. En la ardiente oscuridad (1950).
  3. La tejedora de sueños (1952).
  4. El tragaluz (1967).
  5. La doble muerte del doctor Valmy (1968).
  6. La Fundación (1974).

De todas ellas, la más autobiográfica es La Fundación (1974), en la que Buero aprovechó como materia prima su propia experiencia de condenado a muerte. Esa experiencia personal se percibe debajo del texto, aunque el autor pretende superar lo particular para reflexionar sobre lo universal. Es decir, su denuncia no se limita a un hecho concreto, sino que pretende cuestionar aspectos fundamentales de la vida y de la condición humana, más allá de circunstancias particulares. Es verdad que La Fundación reflexiona sobre la tortura, la opresión y el totalitarismo, pero siempre de modo general, sin ceñirse a una sociedad o a un momento histórico concreto.

La Fundación se estrenó en 1974, en los últimos años de la dictadura franquista. La censura estaba más debilitada entonces, pero seguía manteniendo el control sobre los medios de comunicación. Para esquivar los rigores del censor, Antonio Buero Vallejo escribió en una línea posibilista: ajustó el mensaje que quería transmitir a las exigencias de la censura recurriendo al simbolismo y a la dimensión histórica.

La Fundación es presentada como una fábula que plantea al espectador la lucha entre realidad y ficción, entre apariencia y realidad; una fábula en la que, poco a poco, va triunfando la verdad. Como siempre en la obra de Buero, la lucha contra nuestras limitaciones para conseguir la libertad nos enfrenta a nosotros mismos.

Temas morales de La Fundación (1974), de Antonio Buero Vallejo

Como tema principal, podríamos destacar entonces la búsqueda de la verdad y la lucha por la libertad, lo que se ve representado en el proceso de cambio sufrido por el protagonista, Tomás. Como subtemas, podríamos destacar:

  • el deseo de superación,
  • el ideal de la libertad,
  • la crítica a la opresión o por la situación de las cárceles tras la guerra civil.

La Fundación encierra, al menos, un doble significado:

  • Significado literal o político, más evidente e inmmediato, pues la obra es una meditación sobre la libertad y la esclavitud, sobre la opresión que los regímenes totalitarios ejercen sobre los disidentes. Esta fue la interpretación que se dio a la obra en el momento de su estreno, en 1974, emparentada sí con otras obras de crítica social, como En la red, de Alfonso Sastre, que también denunciaba prácticas habituales en el franquismo como la tortura, la delación, la represión y la pena de muerte.
  • Significado simbólico, más complejo y filosófico. En una línea existencial, podemos considerar que toda vida es también una cárcel, sórdida e interminable, en la que permanecemos secuestrados bajo la amenaza omnipresente de la muerte, a la espera de que el Ser Supremo -o el caprichoso azar- decida arrancarnos de nuestro habitáculo terreno. De esa áspera realidad, se evaden los hombres -al igual que Tomás- mediante ensoñaciones (o mediante religiones que les prometen la resurrección); se dejan alienar por bienes de consumo o por cosas amables y apetecibles que les hacen olvidar su destino inexorable. En este sentido, podríamos decir que Buero Vallejo retoma la vieja filosofía neoplatónica, que veía en el cuerpo "la cárcel baja, escura" del alma, dándole una nueva lectura existencialista, al modo de Heidegger, afirmando que el hombre es tan solo un pastor del tiempo, un ser-para-la-muerte.

Otros subtemas que aparecen en la obra son:

  • La locura. Entre los personajes de Buero, son frecuentes los locos y, con frecuencia, en sus obras, el temor, el desconcierto, la insatisfacción o alguna emoción violenta, llevan a los personajes a interrogarse acerca de su propia cordura o sobre la cordura ajena. El caso de Tomás corrobora esta afirmación, ya que su mundo irreal no excluye ciertas apreciaciones muy certeras sobre sus compañeros de celda, así como incluye un entendimiento inconsciente de su propia situación, reflejado en los diálogos imaginarios con su "novia", Berta. El tema de la locura tiene largo recorrido literario: el Elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdam; el Quijote cervantino, etc.
  • La culpa. Los culpables se dividen en dos categorías, según su culpa sea justificable o no. La de Max, por ejemplo, no lo es, ya que traiciona a los suyos espontáneamente para obtener mejoras personales; por eso paga su "pecado" con la muerte: es ajusticiado por Lino. No hay que olvidar que la responsabilidad del culpable es, en cierto modo, compartida. Asel o Tomás son responsables individualmente por no haber sabido resistir la tortura y haber delatado a sus compañeros. Pero la sociedad entera tiene responsabilidad colectiva, como cómplice activo o pasivo, por tolerar la represión institucionalizada.
  • El contraste ficción-realidad, muy presente en la obra. Un ejemplo claro es la huida de Tomás a través de la ficción de la Fundación, donde vive en su mundo idílico. Pero Tomás tropieza con la realidad cuando comienza a darse cuenta de que la Fundación no es tal, sino una cárcel donde él y sus compañeros deben esperar el día de su ejecución, pues todos estaban condenados a muerte. La obra muestra cómo se puede llegar a perder la noción de lo real, cómo se cruza la fina línea que separa realidad de ficción. Tras el diálogo que aquí transcribimos, Tomás empieza a darse cuenta de la realidad:
TOMÁS: Esos portazos...
MAX: Los oyes [varias veces] cada día.
TOMÁS: Sí… Ya lo sé.
  • La verdadera dimensión del ser humano: Berta, la novia imaginaria de Tomás, tiene un ratoncito que se llama como él y del que el protagonista se compadece en un momento determinado de la primera parte diciendo: "¡Pobre Tomás!" Metafóricamente, el ratón representa al ser humano, indefenso, minúsculo, víctima del azar o de la represión sin que lo pueda evitar. La escena nos lleva inevitablemente a recordar, dentro de la tradición literaria, la obra del novelista norteamericano John Steinbeck De ratones y hombres. Un repaso a nuestra insignificancia, a pesar de que nos creamos tan grandiosos como el mismo Dios.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que a medida que Berta desaparece de la imaginación de Tomás, también desaparece el ratón, lo que demuestra que está dejando de ser un minúsculo, un sometido. La conciencia de la lucha, el compromiso con el cambio social y la querencia de una sociedad más justa y democrática elevan a Tomás desde la condición de ratón.

Asel, en la segunda parte de la obra, cuando confiesa que él también ha sido un delator y que por culpa de su debilidad murió al menos un compañero, se plantea si él -y con él, todos nosotros- es un león o un ratón. Y deja claro que lo importante no es lo que piensen los otros, sino lo que uno piensa de sí mismo. Asel sabe que ha sido débil, que solo es un ser humano, falible, con miedo como todos. Y solo a partir del reconocimiento de esta verdad puede crecer de nuevo como ser humano, podrá ser capaz de enfrentarse heroicamente a su destino -el suicidio-, dando con su muerte una última oportunidad a sus compañeros de encontrar el camino de la libertad. El ratón se había convertido en león gracias al compromiso y al sacrificio por los demás. Tal es la verdadera dimensión del ser humano para Buero.

Traición y supervivencia

En La Fundación hay tres traidores: Asel, Tomás y Max. Pero mientras los dos primeros delatan a sus compañeros porque no pueden soportar la tortura, Max lo hace por egoísmo o maldad, no por debilidad.

  • En Asel, la traición crea en él un sentimiento de redención a través de la solidaridad. Es por eso por lo que decide convertirse en líder de sus compañeros y por lo que organiza la huida a través del túnel. También es él quien intenta que Tomás recupere la cordura y quien se comporta con él con gran humanidad, pues ha adquirido la capacidad del perdón. Asel es el sostén de Tomás, en cierta forma porque se ve reflejado en él y perdonándolo y ayudándolo se reconcilia también consigo mismo. Asel es el más comprensivo de los personajes de La Fundación. Su propia debilidad le ha hecho tolerante con las debilidades de los demás y, paradójicamente, en eso reside el secreto de su gran fortaleza y su entereza moral, hasta llevarlo al heroísmo en la escena del suicidio. Es un hombre experimentado, filósofo de cuño rousseaniano para quien el hombre es bueno por naturaleza; es la sociedad la que lo corrompe y convierte en traidor. El hombre se ve obligado a sobrevivir en una jungla opresora y cruel y por eso tiene que corromporse. Su bondad natural es corrompida por la sociedad.
  • Sin embargo, Tomás todavía no ha superado su sentimiento de culpa. Desde su traición, su mente elucubra la mentira de La Fundación como un mecanismo de salvaguarda o de autoprotección. Tomás cree que se encuentra en un lugar donde todos viven rodeados de lujo. Poco a poco, irá tomando conciencia de la realidad. Dejará de ser un mero espectador, un personaje pasivo, y pasará a la acción, ocupando el lugar de Asel cuando este muera. Pero en este camino es imprescindible encontrarse de bruces con la verdad. Por muy amarga que esta sea. Y es ineludible realizar el reconocimiento de culpa que lo lleva a vomitar, a despreciarse a sí mismo, a intentar suicidarse... De todo eso proceso, Tomás saldrá fortalecido y convertido en el nuevo Asel cuando aquel ya no esté.
  • Max también es un traidor, pero él ha vendido a sus compañeros para obtener ventajas personales, por medro personal, por conseguir mejoras en su vida carcelaria. Por puro instinto de supervivencia. No ha sido sometido a tortura, no ha confesado por debilidad o sometido a presión, sino que solo lo ha hecho para beneficiarse, por miedo, por egoísmo o por falta de empatía hacia los demás. Es ególatra, solo piensa en salvarse a sí mimo, no a los demás. Su actitud es innoble, se rebaja, se vende y, por eso, Lino lo ejecuta al final, en un momento de desorden en la prisión. Hasta entonces, Lino había permanecido un tanto ajeno a todo, en una actitud de despreocupada reserva; pero ahora decide pasar a la acción, aunque de una manera brutal, ejerciendo una violencia excesiva, que Buero critica por boca de Tomás.
  • En cuanto a los otros personajes, Tulio es incapaz de soportar la «enfermedad» de Tomás, duda de él y lo considera capaz de la traición (aunque luego va cambiando de opinión). Sólo Asel se empeña en que el joven Tomás se cure, en una constante tensión entre él y los demás condenados. La convivencia en la celda en esa situación límite se hace difícil, incluso entre compañeros con idénticos ideales de libertad.

En La Fundación, las traiciones de los personajes, ni siquiera la del innoble Max, no se conciben como actos de pura maldad, propios de personas perversas o maquiavélicas. Es simplemente algo que se ven obligados a hacer por una cuestión de simple supervivencia en una sociedad cruel y opresora, que aplasta con violencia a quienes no se someten. Buero dibuja en La Fundación el retrato de una sociedad totalitaria, opresiva, en la que es necesario sobrevivir sea como fuere: Tomás sobrevive a la tortura delatando a sus compañeros. Y a la delación, generando la fantasía de la Fundación. Max sobrevive como puede, convertido en el soplón de la celda (hasta que lo mata Lino); Asel y Tulio intentan sobrevivir ideando un plan de fuga…

La supervivencia es así el motor de la esperanza, el anhelo de la libertad. El hombre se forja en la lucha y nunca debe darse por vencido. Tal parece ser el mensaje de Buero en La Fundación.

Muerte y libertad

La libertad -o, mejor dicho, su ausencia- viene marcada de inicio por el espacio en que se desarrolla la obra: la cárcel. Como en el teatro de otros autores contemporáneos, en La Fundación la idea de la cárcel se interioriza. La mente se revela como el sitio de verdades oscuras que deben ser asumidas. La lucha por la libertad entraña también un viaje hacia adentro, a un centro interior que es donde el individuo debe vencerse a sí mismo, enfrentándose a sus errores pasados y asumiéndolos. La celda que se ve en La Fundación y los espacios cerrados tan típicos del teatro de Buero (por ejemplo, el semi-sótano de El tragaluz) son metáforas que expresan la falta de libertad tanto del individuo como de la sociedad.

La prisión de la Fundación tiene en realidad una dimensión metafísica, perceptible hasta la evidencia cuando Asel afirma que tras esa cárcel hay otra, y otra después de ella. El modo de enfrentarse a esas limitaciones del mundo, de aspirar a la verdad y a la libertad, está justamente en la acción. Ese es el remedio de Buero. Actuar para cambiar las cosas. Aunque no lo consigamos.

A Buero le gusta cargar sus espacios de sentido metafórico. Por ejemplo, en El tragaluz, gracias a ese ventanuco por donde pasan los rayos luminosos, los personajes pueden ver a la gente caminando por la acera y sentirlos como si fueran sombras platónicas desde la "caverna" en la que viven.

En La Fundación hay ocasiones en que “muerte” y “libertad” se identifican: Asel trata de convencer a los otros presos de que hay que actuar, de que hay que luchar por alcanzar esa libertad que se les prohíbe. Él mismo parece escoger la muerte como forma suprema de actuación para conseguir la libertad: decide suicidarse; primero, porque es la única decisión libre que puede tomar en la cárcel; después, porque su muerte (y el no ir al interrogatorio, donde sabe que no soportará la tortura sin delatar a sus compañeros) es la puerta hacia la libertad de los otros, de Tomás y Lino.

Al mismo tiempo, la muerte también podemos verla como una liberación para Tomás: en la última escena, sonríe al salir de la celda, camino de las unidades de castigo o del pelotón de ejecución; parece que ambas opciones significan lo mismo: la liberación de la celda y el logro de la libertad definitiva, total.

Bibliografía, webgrafía

Trabajos de los alumnos

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (enero 2018). Segunda redacción (diciembre de 2019): Sonia Martínez y Andrea Gracia. Pilar Hostaled y Sara González.
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.