''La señorita Julia'' (1888), de August Strindberg: El prólogo de la obra

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El prólogo de Strindberg en La señorita Julia (1888)

Este prólogo es importante para entender la obra. Lo escribió August Strindberg para hablar en él de su idea del teatro, su función didáctica, cómo debería ser... Él lo quería innovador, naturalista, no alejado de la nueva sociedad en que había surgido ni ajeno a los nuevos problemas en ella aparecidos.

Debemos tener en cuenta el contexto ideológico y social de la obra, que se creó unos veinte años antes de que las mujeres obtuvieran el derecho al voto en los países más desarrollados. En su época, el estreno creó mucha polémica, ya que una mujer exigía tomar la iniciativa, igual que un hombre. El drama de Strindberg rompía barreras entre clases sociales, pues la señorita Julia elegía como amante a un criado, Juan.

Hablaremos ahora del fondo temático de la obra y de su representación.

El fondo temático de La señorita Julia (1888)

El teatro tiene función didáctica, según Strindberg, especialmente para los de menor cultura. En los países desarrollados, seguía, el teatro está en crisis, como la religión, pues ninguno de los dos es ya necesario, y no se ha conseguido un mezcla aceptable entre ideas antiguas y nuevas formas teatrales. Con La señorita Julia, Strindberg buscaba esa mezcla de novedad y tradición, tratando de manera nueva, realista, un tema muy presente en la sociedad: las tensiones entre clases sociales, el problema del descenso y el ascenso en la escala social. A su vez, tratando también sobre la prevalente condición masculina y sobre la voluntad de igualdad de la mujer.

Los tres personajes de la obra son un "conglomerado" tanto de la cultura pasada como del mundo contemporáneo, en el que los límites sociales son más confusos. La obra mezcla las ideas de Shakespeare (anticlasicismo) con las de Darwin (selección natural) y muestra tendencias típicas de lo contemporáneo, como algunos simbolismos o la presencia de la sugestión psicológica de la hipnosis.

Julia es una víctima de la ideología moderna igualitaria, que defiende la igualdad entre hombre y mujer, algo que por entonces era considerado antinatural e imposible. Esa ideología hace comportarse a Julia con la dominancia propia de un hombre ante su criado, Juan. Pero su historia acabará en fracaso, en no querer aceptar su derrota. Julia es la imagen de un cambio social que se anunciaba imparable, un cruce entre el modelo de aristocracia de sangre y de nobleza de carácter. Pero a pesar de su fuerte temperamento, el viejo sentido del honor es lo que la lleva a la muerte.

En cambio, la clase baja, representada por Juan, carece de honor, lo que es mejor para la supervivencia. Juan es la muestra de un cruce paralelo al de Julia: él representa a la clase baja que quiere subir, pues odia su ordinariez y quiere alcanzar las exquisiteces de la aristocracia. Su prometida, Cristina, es una mujer simple, la cocinera de la casa y la testigo de la clase baja a la que Juan pertenece. Por eso, él la teme, no quiere molestarla cuando está con la señorita Julia.

Por otra parte, la masculinidad de Juan lo hace sentirse naturalmente por encima de Julia. Él respeta al Conde, como amo y señor. Respeta las normas impuestas por la sociedad y teme a Cristina, ya que ella sabe cómo es él realmente. Pero como hombre se siente superior a Julia y no cree que sea posible el amor entre ambos.

Los diálogos entre estos personajes suponen la búsqueda de un modelo de conversación más abierto y espontáneo, menos estructurado, lo más parecido posible a la forma natural de hablar. Por eso decimos que es teatro naturalista.

La acción se centra en la interrelación psicológica de la señorita Julia y su criado, Juan, con todas sus complejidades: diferencias de clase y de sexo.

La representación de la obra

Estructuralmente, la obra es representada en continuidad, sin división en actos, para mantener el efecto de realidad, la identificación del lector con lo que se representa. Para crear momentos de descanso, la obra insinúa efectos de monólogo, pantomima y ballet, y admite un poco de improvisación.

El decorado se limita a lo imprescindible, prescindiendo de adornos innecesarios. Hay un solo espacio impresionista y asimétrico:la cocina de la casa. Se busca la participación imaginaria del espectador. Unas paredes de tela y una mesa inclinada en perspectiva son suficientes. Lo demás, cuanto más naturalista, mejor: la luz debe ser natural y lateral; la actuación, realista, sin buscar el tradicional centro del escenario; el maquillaje, mínimo o inexistente.

La representación (cerca de una hora y media) debe ser cercana a los espectadores. Lo ideal sería un escenario pequeño; por ejemplo, un patio de butacas sin palcos ni luces.

Bibliografía, webgrafía

  • CALERO HERAS, José: Literatura universal. Bachillerato. Barcelona, Octaedro, 2009, tema 8 y tema 12, "El teatro", pp. 220 a 232.
  • AGUASCA, Raquel y otros: Literatura universal. Primero de Bachillerato. Valencia, Micomicona, 2015, tema 7, "La segunda mitad del siglo XIX. Narrativa realista. El teatro europeo de fin de siglo", pp. 262 a 277.

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Trabajos de los alumnos

  • Finlandia, pequeña guía turística. Trabajo de Miriam Ara. 1º Bachillerato C. Curso 2017-2018.

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (mayo 2019): Ezequiel Daniel Comandú Gallino
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.