El realismo social en la novela de los 50 (''La colmena'' y ''El Jarama'')

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NOTA: Esta pregunta irá siempre en el examen EvAU con la relativa a la
novela de los 40 ("La novela española en los años 40
(La familia de Pascual Duarte y Nada)") para que el alumno elija una
de las dos. Si realizara las dos, el corrector solo tendrá en cuenta la primera de ellas
y el alumno podrá ser penalizado.

Criterios específicos de corrección (Universidad de Zaragoza)

El alumno podría ofrecer un análisis de las modalidades del realismo que se dan cita en los textos (objetivismo, realismo crítico, realismo lírico) y una exposición de las influencias literarias que determinan dichas variantes.

Cabría:

  • recordar algunos de los temas nucleares de las obras (el mundo del trabajo, la pintura de la burguesía, los problemas de la vida urbana o las dificultades de la vida campesina),
  • repasar los tipos de personajes (individuales o colectivos) y, por supuesto,
  • revisar las técnicas narrativas y los principios estéticos que sustentan esa producción novelística.

Además, debería ofrecerse un sucinto recorrido por algunos de los títulos más emblemáticos del período, anotando alguno de sus rasgos esenciales: la novedad formal y la extraordinaria pintura de la vida de la ciudad en La colmena (1951) , de Camilo José Cela; el valor testimonial y el protagonismo colectivo en Los Bravos, de Jesús Fernández Santos; la técnica objetivista y la viveza del diálogo en El Jarama (1956); la fragmentación narrativa en La noria, de Luis Romero.

Por supuesto, el alumno podría aludir también a otros nombres, recordando la aportación al realismo de las primeras novelas de Ana María Matute, de Juan Goytisolo, de Carmen Martín Gaite o de Juan García Hortelano, entre tantos otros.

En el caso de La colmena, de Camilo José Cela, el estudiante podría destacar la novedad formal (con la ruptura de su trama en un mosaico de escenas con personajes cuyas vidas de entrecruzan constantemente), y su extraordinaria pintura de la vida de la ciudad y de la realidad social de una clase media paralizada, sin futuro.

En El Jarama, Rafael Sánchez Ferlosio explora los límites de la técnica objetivista, con una reproducción fiel del habla coloquial, en lo que pretende ser el relato de unas horas de asueto veraniego de un grupo de amigos a orillas del río Jarama. Bajo esa trama, aparentemente trivial, se esconde toda una reflexión sobre el vacío de la vida humana y sobre el inexorable paso del tiempo, que cobra una dimensión todavía más trascendente en las últimas páginas de la novela, con la muerte de una de las jóvenes.

Las presentes indicaciones son meramente orientativas. Una respuesta distinta por parte del estudiante, pero coherente, podrá merecer también la máxima calificación. Y, en cualquiera de los casos, el corrector deberá tener muy en cuenta las limitaciones de tiempo para la realización de la prueba.

La novela española de posguerra (de 1939 a 1975)

Después de la Guerra Civil, la narrativa vive un periodo de desorientación. En los años cuarenta y cincuenta, al estar aislado internacionalmente nuestro país, no entran nuevas formas narrativas que sí comienzan a desarrollarse por el resto de Europa. No es hasta los años sesenta cuando se inicia una renovación experimental de la novela española. Con la muerte de Francisco Franco y la llegada de la democracia, la novela se convertirá en el género más popular. En ella conviven diversas tendencias, generaciones y estilos.

La novela del realismo social de los años 50

En la década de los cincuenta, la angustia existencial va dando paso a las preocupaciones sociales y colectivas.

La novela social en España se desarrolla paralelamente a la poesía social, estudiada anteriormente. Los novelistas intentan reflejar los recuerdos de la guerra, el mundo rural o los conflictos de la vida colectiva española desde un punto de vista objetivo.

Los temas principales son la dureza de la vida, las miserias de la sociedad española de posguerra, la soledad, la guerra como recuerdo y sus consecuencias, la explotación laboral, la pobreza, la injusticia o la desigualdad social.

Esta novela tiene sobre todo una intención ético-social, debido a que los autores pretenden que sus novelas tengan un carácter útil para los hombres y puedan así mejorar sus condiciones de vida.

Los personajes son variados, aunque suele haber uno de ellos que representa a una clase o grupo social.

Predominan sobre todo dos enfoques: el realismo testimonial y el realismo crítico.

Este tipo de novela supera, en cuanto a las innovaciones técnicas y alas intenciones ideológicas, a la novela existencialista propia de la década de los cuarenta (el tremendismo).

Cabe destacar nuevas técnicas empleadas ahora en la nueva novela realista de los años cincuenta.

  • La narración suele ser lineal, aunque la historia ocurre en un tiempo reducido.
  • El montaje de la trama se realiza en secuencias, como en el cine.
  • El autor mantiene un punto de vista objetivo.
  • El narrador queda oculto tras los hechos y las palabras de los personajes; por eso, los diálogos son omnipresentes.
  • Las historias que se cuentan en las novelas se ambientan en la época a la que pertenece el autor que las escribe.
  • Aparece un personaje tipo que representa a una clase social o a un grupo determinado (el obrero, el campesino, el empresario...).
  • En cuanto al lenguaje, se emplean coloquialismos propios del habla popular, el estilo directo y se realizan descripciones de los ambientes y paisajes.

El realismo testimonial: El Jarama (1954), de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-...)

El realismo testimonial es un género literario con carácter historiográfico, pero a la vez objetivo, donde el narrador presenta la realidad sin apenas intervención, como si la presentara a través de una cámara cinematográfica.

Entre las obras más relevantes del realismo testimonial, cabe destacar Los Bravos, de Jesús Fernandez Santos, y El Jarama, de Rafaél Sánchez Ferlosio.

El Jarama (1954), de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019)

Rafael Sánchez Ferlosio nació 4 de diciembre 1927, en Roma. Fue novelista, ensayista, gramático y lingüista. Perteneció a la Generación de los años 50. Era hijo del escritor falangista Rafael Sánchez Mazas, corresponsal del diario ABC en Roma, y de la italiana Liliana Ferlosio. Además de él, también tuvieron otros dos hijos, hermanos de Rafael: Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, que fue filósofo y matemático, y Chicho Sánchez Ferlosio, poeta y cantante.

Estudió en el colegio jesuita San José de Villafranca de los Barros y cursó filología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid, en la que obtuvo el doctorado.

En 1950, comenzó un noviazgo con Carmen Martín Gaite, a quien conoció en la universidad y con la que se casa en octubre de 1953 y se divorcia, aunque amistosamente, en 1970. Juntos, tuvieron una hija, Marta, que falleció a los 29 años, en 1985.

En 1951, escribe su primer libro: Industrias y andanzas de Alfanhuí.

Es un autor destacado que ha recibido numerosos galardones entre los que se encuentran:

  • 2004 - Premio Cervantes, por toda su obra.
  • 2009 - Premio Nacional de las Letras Españolas, en reconocimiento de toda su carrera profesional.
  • 2015 - Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes.

Murió en 2019, en Madrid.

En cuanto a su novela objetivista El Jarama, es una obra escrita en 1954 y propia del realismo social; más en concreto, del realismo testimonial. En ella, se observa una clara evidencia de una postura objetivista por parte del autor. Es decir, el narrador recoge los diálogos de los personajes y transcribe la historia de una manera totalmente imparcial, como si fuera una cámara cinematográfica, sin opinar.

En cuanto a la estructura y el estilo empleados, se trata de dos narraciones paralelas que transcurren en dieciséis horas de un domingo del mes de agosto de un año cualquiera. Se observan gran cantidad de descripciones y unos diálogos de calidad.

Los personajes podemos dividirlos en cuatro grupos diferentes:

  • Luci es la protagonista de su propio relato. Es una de los jóvenes que vienen de Madrid a pasar un domingo en el Jarama (río madrileño que da nombre al famoso circuito de automovilismo, el cual no aparece en la obra ni tiene nada que ver con lo que se cuenta). Muere ahogada en el río accidentalmente.
  • Mauricio es el dueño del bar de San Fernando de Henares. Tiene una hija y su bar siempre está lleno por los pueblerinos que se describen en el relato.
  • Los pueblerinos son personas amables locales de San Fernando de Henares. Comentan varias historias que les suceden a ellos y a los jóvenes de Madrid.
  • Los jóvenes de Madrid son unos personajes alocados y raros que deciden pasar un domingo en el río Jarama. Pertenecen a la clase media burguesa. Tras la muerte de su amiga Luci, vuelven a sus casas apesadumbrados.

En la novela se emplea un lenguaje coloquial, se recurre a la utilización de abreviaturas y el narrador es en tercera persona.

El libro comienza con la descripción del Jarama, que pasa por las ciudades de Guadalajara y Madrid y es afluente del río Tajo. En los alrededores de este, se divisa un pequeño pueblo, llamado San Fernando de Henares.

En el bar de ahí, los personajes hablan de las historias que suceden en la localidad, hasta que un día llegan al lugar unos jóvenes de Madrid.

El libro nos narra varios relatos sobre la vida de la gente amable del pueblo y de la juventud de Madrid, pero sobre todo destaca el relato paralelo a la historia, que es el de la muerte de Luci, una joven que muere ahogada accidentalmente en el río, debido -como dicen los pueblerinos- a la maldad del Jarama o al alcohol.

Al final de la novela, sus amigos de Madrid vuelven a casa apesadumbrados y el libro acaba con la descripción del Jarama con la que empezó.

Un fragmento de El Jarama (1954)

El Jarama fue un hito del realismo social al encarnar de forma clara el objetivismo, testimonio escueto de la realidad, sin aparente intervención del autor. La mirada del novelista suele asemejarse a la de una cámara cinematográfica y los diálogos parecen grabados directamente de la realidad.

   "Los otros iban llegando a la venta. El de la camiseta a rayas iba el primero y tomaba
el camino a la derecha.
   Una chica se había pasado.
   –¡Por aquí, Luci! –le gritaba–¡. ¡Donde yo estoy! ¡Aquello, mira, allí es!
   La chica giró la bici y se metió al camino, con los otros.
   –¿Dónde tiene el jardín?
   –Esa tapia de atrás, ¿no lo ves?, que asoman un poquito los árboles por cima.
   Llegaba todo el grupo; se detenían ante la puerta.
   –¡Ah; está bien esto!
   –Mely siempre la última, ¿te fijas?
   Uno miró la fachada y leía:
   –¡Se admiten meriendas!
   –¡Y qué vasazo de agua me voy a meter ahora mismo! Como una catedral.
   –¡Yo de vino!
   –¿A estas horas? ¡Temprano!
   Entraban.
   –Cuidado niña, el escalón.
   –Ya, gracias.
   –¿Dónde dejamos las bicis?
   –Ahí fuera de momento; ahora nos lo dirán.
   –No había venido nunca a este sitio.
   –Pues yo sí, varias veces.
   –¡Buenos días!
   –Ole buenos días.
   –Fernando, ayúdame, haz el favor, que se me engancha la falda.
   –Aquí hace ya más fresquito.
   –Sí, se respira por lo menos.
   –De su cara sí que me acuerdo.
   –¿Qué tal, cómo está usted?
   –Pues ya lo ven; esperándolos. Ya me extrañaba a mí no verles el pelo este verano."

Carmen Martín Gaite (1925-2000)

Carmen Martín Gaite, que estuvo casada con Rafael Sánchez Ferlosio (del que luego se divorciaría), es autora de una importante obra narrativa, en la que destacan títulos como Entre visillos, El cuarto de atrás, Nubosidad variable.

El cuarto de atrás es una obra memorialista, una suerte de biografía en que la autora utiliza la narración en primera persona. La protagonista es una escritora, que comenta algunas novelas anteriores de Martín Gaite (El balneario, Entre visillos) y pone en orden algunos de sus papeles (como los destinados a formar parte de Usos amorosos de la postguerra española, 1987, ensayo de Martín Gaite realizado a partir de su tesis doctoral). El autobiografismo de esta obra está también presente en los momentos en que la protagonista recuerda vivencias de la guerra y la inmediata posguerra, evoca el cuarto de atrás de su casa salmantina, la muerte de Franco y el comienzo de una nueva etapa vital (punto en que se inicia la novela).

Copiamos esta valoración de Mar Mata López, en su artículo "Hadas hasta en los semáforos", publicado en el suplemento de Artes y Letras de Heraldo de Aragón, el 2 de mayo de 2023:

"El Madrid de los 50 no tenía ni el color ni el olor de Barcelona, era más bien "un secano cultural", la capital de un país pobre y analfabeto
al que Carmiña acababa de llegar desde Salamanca recién licenciada en Filosofía y Letras. Joven indolente y sin ambición por entonces, vivía entre
el calorcito del "bulto" de sus amigos Aldecoa, Benet y Ferlosio, imprescindibles interlocutores con los que compartía literatura, conocimiento y amor.
Charlaban los amigos interminablemente en los cafés Gijón y Comercial, "refugios intemporales" que les hacían más "llevadera la espera del porvenir"
y paseaban sin prisa y sin dinero por las calles de Madrid. Lectora voraz de filósofos y pensadores, buceó en sus textos para vislumbrar alguna luz
de entendimiento que pudiera suavizar el terrible impacto de la vida.
     Pero Carmiña fue, sobre todo, una escritora existencial dotada de una inteligencia alerta a la que inquietaba la soledad del ser humano y "la ruina"
que deviene con el inexorable paso del tiempo. Así, cuando su cuarto de atrás estaba revuelto y desordenado, confiaba sus pensamientos e inquietud a Juan Benet,
el gran amigo con el que hablar era un inmenso placer porque le desbarataba ideas y se expresaba con una franqueza inusual que ella agradecía, o a Ignacio
Aldecoa, compañero de estudios de filosofía y de tantos sueños rotos, y a Sánchez Ferlosio, Rafael, marido de breve amor y largo olvido y padre de su
hija Marta. Depositarios todos del legado sentimental y literario de Carmen y sin lo que su palabra no habría podido enhebrar tantos mundos.
     Ellos y su hija, joven caperucita que a los 30 años se perdió para siempre por los laberintos de Manhattan, le dieron "pie para hablar y decir lo tan 
larga y celosamente callado" a sabiendas de que "nuestras más íntimas zozobras y desolaciones nadie las puede abrigar ni compadecer" y van a parar "al
solitario pudridero donde la ruina de cada uno se gesta silenciosamente".
     Carmen se sentó a escribir en su mesa cada día, cuando amó la vida y cuando quiso morir tras la muerte de su hija, porque no quería tirar a la basura
"un pelotón de hojas del calendario" y porque quiso dejar constancia de lo que veían y sentían sus ojos, esa mirada infinita que proyectó sobre la brevedad
de la vida, pero, sobre todo, Carmen escribió a pesar de sí misma porque no pudo dejar de contar ese cuento de nunca acabar que es el milagro de vivir".

El realismo crítico: La colmena (1951), de Camilo José Cela (1916-2002)

El realismo crítico es un enfoque de la novela realista donde la denuncia social es explícita, con comentarios del narrador y la presentación de los personajes que representan las distintas clases sociales. Destacan, entre otras novelas del realismo crítico, La colmena, de Camilo José Cela, Las afueras, de Luis Goytisolo y La noria (1951), de Luis Romero.

La colmena (1951), de Camilo José Cela (1916-2002)

Camilo José Cela Trulock nació en La Coruña, el 11 de mayo de 1916, y murió en Madrid, el 17 de enero de 2002. Cursó estudios en los Escolapios de Madrid, aunque no llegó a terminarlos, ya que en 1931 fue ingresado en un sanatorio antituberculoso de la sierra del Guadarrama. Aprovechó ese tiempo para leer muchas novelas y escribir Pabellón de reposo. Inició la carrera de medicina, pero la dejó tras la guerra civil, cuando se alistó como soldado y comenzó a escribir La familia de Pascual Duarte, que fue su primera gran obra.

En los años 50, comenzó a escribir sus memorias.

Fue un autor prolífico, destacó como novelista, periodista, ensayista y editor de revistas literarias. Fue académico de la Real Academia Española y resultó galardonado, entre otros, con el Premio Nobel de Literatura en 1989 y el Premio Cervantes en 1995.

Por sus méritos literarios, en 1996, el rey Juan Carlos I le otorgó el marquesado de Iria Flavia.

Su novela La colmena fue publicada en Argentina, en 1951. No pudo publicarla en España hasta el año 1955, ya que la censura de la época no toleraba las abundantes alusiones al sexo y al ambiente homosexual y carcelario del relato. Se la considera una de las mejores obras de Camilo José Cela.

La estructura externa está compuesta de seis capítulos y un epílogo. Cada capítulo consta de un número variable de cortas secuencias, que desarrollan episodios que están mezclados con otros que ocurren simultáneamente. De esta manera, el argumento se compone de muchas anécdotas. Lo importante es la suma de las mismas, que conforma un conjunto de vidas cruzadas, como las celdas de una colmena.

La novela ocurre en Madrid en plena posguerra, se inicia en un café, que actuará como epicentro del que parten los mil hilos de las mil historias que componen La colmena.

El autor intentó reflejar la realidad social de la época, adoptando un punto de vista, pero tuvo que realizar una selección dentro de ese inmenso conjunto.

La historia se basa en un espacio novelesco no muy amplio, pero con bastantes personajes que intervienen poco en el transcurso de la obra.

De entre los trescientos personajes que aparecen, apenas encontraremos representantes de las clases acomodadas. Del mismo modo, no tienen relevancia los pertenecientes a la clase obrera o a los sectores marginados. Lo que predomina es la clase media baja, gentes en situación inestable, que tienen un futuro incierto y, más que vivir, sobreviven. Sus ilusiones y proyectos de futuro son engañosos: sus miradas «jamás descubren horizontes nuevos» y su vida es una «mañana eternamente repetida». Este tipo de personajes se ajusta muy bien a la visión de la vida subyacente en la novela, primera parte de una serie que había de llevar el significativo título de Caminos inciertos.

La voluntad de reflejar con exactitud la realidad no supone la absoluta neutralidad del autor, que interviene de dos formas contradictorias: unas veces, se limita a mostrar, a describir desde fuera, sin penetrar en el interior de los personajes; pero otras, adopta una actitud omnisciente.

Un fragmento de La colmena

   Doña Margot, con los ojos abiertos, dormía el sueño de los justos en el depósito,
sobre el frío mármol de una de las mesas. Los muertos del depósito no parecen personas
muertas, parecen peleles asesinados, máscaras a las que se les acabó la cuerda.
   Es más triste un títere degollado que un hombre muerto.
   La señorita Elvira se despierta pronto, pero no madruga. A la señorita Elvira le
gusta estarse en la cama, muy tapada, pensando en sus cosas, o leyendo Los misterios
de París, sacando sólo un poco las manos para sujetar el grueso, el mugriento, el
desportillado volumen.
   La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los corazones de los
hombres y de las mujeres de la ciudad; golpeando, casi con mimo, sobre los mirares
recién despiertos, esos mirares que jamás descubren horizontes nuevos, paisajes nuevos,
nuevas decoraciones.
   La mañana, esa mañana eternamente repetida juega un poco, sin embargo, a cambiar
la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena.
   ¡Que Dios nos coja confesados!

Bibliografía y webgrafía

Trabajos de los alumnos

Narradores objetivistas

Narradores sociales del realismo crítico

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (marzo 2018): Inés Aliaga y María Arévalo. Segunda redacción (marzo 2020): Lady Baldeón y Ania Neagu. Laura Lázaro y Paula Hernández.
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.