La literatura italiana: Francesco Petrarca (1304-1374) y su ''Cancionero''

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Francesco Petrarca (1304-1374)

Francesco Petrarca

Francesco Petrarca (Arezzo, 1304– Arquà, 1374) fue un humanista, lírico, bibliófilo y gran poeta italiano que predicó un sentimiento de unificación, ya que anhelaba que Italia volviera a conseguir la grandeza del Imperio romano.

Hijo de un notario, pasó su infancia en el pueblo de Incisa in Val d'Arno, cercano a Florencia, pues su padre había sido desterrado de Florencia por motivos políticos. Más tarde, la familia se traslada a Pisa y a Marsella. Finalmente, los exiliados acaban estableciéndose en la Provenza, donde Petrarca pasa su juventud asimilando la lírica trovadoresca e iniciando sus estudios de derecho en la universidad de Montpellier. Luego se cambió a la universidad de Bolonia, pero, debido a la muerte de su padre, se ve obligado a volver a Provenza e hizo los votos eclesiásticos menores.

El 6 de abril de 1327, viernes santo, a la edad de veintitrés años, vio por primera vez a Laura de Noves. Poco se sabe de esta mujer, pero se cree que se trataba de la esposa de un marqués. Petrarca idealiza su figura y le dedica los poemas de su Canzoniere (Cancionero), primer libro europeo que transmite un sentimiento unificador y un canto al amor no correspondido. Así nace el género petrarquista, que influyó en autores como Garcilaso de la Vega o Lope de Vega (en España) o William Shakespeare (en Inglaterra).

Su vida transcurrió al servicio de la Iglesia y de la poderosa familia Colonna. Poseído por una pasión de bibliófilo, acostumbraba a comprar manuscritos antiguos. En 1325, por ejemplo, compró las Etimologías, de san Isidoro de Sevilla; los poemas de Virgilio; la Ciudad de Dios, de san Agustín; las Epístolas, de san Pablo. Llegó a poseer una de las mejores bibliotecas de su tiempo, que ofreció a las autoridades venecianas, para que ellas la abrieran al público tras su muerte. Era un gran latinista. Llegó a llorar de emoción ante un manuscrito de Homero y para leer al maestro heleno, quiso aprender griego. Era también un gran copista e inventó el códice de bolsillo.

Il Canzionere

Portada del Canzionere

Escrita en el siglo XIV y publicada por primera vez en Venecia, en 1470, por el editor Vindelino da Spira, esta obra se compone de 366 poemas, la mayoría sonetos o formas más breves. La obra presenta una estructura bipartita.

  • La primera sección, que recibe el nombre de "in vita" ("en vida de Laura de Noves"), es la más extensa y en ella predominan la angustia y la culpabilidad, porque alaba a su amor imposible, una Laura idealizada capaz de despertar sus deseos. En estas composiciones amorosas el poeta abunda mucho en la belleza de la amada, en ella reside la elevación espiritual y la trascendencia. Es evidente el influjo neoplatónico, ya que el amor que siente el poeta al contemplar a su bella amada Laura le hace elevarse a la idea más pura del amor divino. El neoplatonismo es una cristianización de las ideas paganas de Platón, quien creía en la existencia de una realidad inferior, material, y otra superior, inmaterial, o Mundo de las Ideas.
  • En la segunda parte, "in morte" (tras la muerte de Laura), la obra gira en torno a la desolación por la muerte de la amada. Petrarca obra en Laura un proceso de beatificación: ella, en sueños, lo consuela y le promete la unión eterna en el cielo. Al final, el poeta, superada su lucha interior, encuentra la paz y un mayor recogimiento espiritual aunque el Cancionero se cierra con un arrepentimiento absoluto por haber amado:
   Llorando voy los tiempos ya pasados
que malgasté en amar cosas del suelo,
en vez de haberme levantado en vuelo
sin dar de mí ejemplos tan menguados.                               
   Tú, que mis males viste porfïados,
invisible e inmortal, Señor del cielo,
Tu ayuda presta al alma y Tu consuelo,
y sana con Tu Gracia mis pecados;
   tal que, si viví en tormenta y guerra,
muera en bonanza y paz; si mal la andanza,
bueno sea al menos el dejar la tierra.
   Lo poco que de vida ya me alcanza
y el morir con Tu presta mano aferra;
Tú sabes que en Ti sólo hallo esperanza.

La obra funda las llamadas características propias del estilo petrarquista:

  • La obra, aunque compuesta de fragmentos, de rime sparse, debe ser unitaria.
  • El hilo argumental debe ser uno (en el Cancionero es la vivencia amorosa, que se comunica en primera persona).
  • La obra debe estar dedicado a una sola dama.
  • La obra debe tener una secuencia narrativa que conduzca al lector a través de la historia del sentimiento amoroso del poeta. Esto se traduce en que los poemas deben aparentar haber sido escritos cronológicamente en el orden en que aparecen en la obra.
  • El tema es el amor e non solo. El cancionero se salpica con poemas a la amistad, políticos, morales, patrióticos o anecdóticos que, al poder ser fechados fácilmente, sirven para acentuar la progresión narrativa que la obra debe contener.
  • La obra poética debe ser polimétrica, de modo que las formas métricas se correspondan con el estado anímico y el mensaje que quiere trasmitir el poeta en cada momento.

Los temas que aborda el Cancionero son:

  • El paso del tiempo.
  • La fragilidad de todo lo mortal.
  • La vanidad de todas las alegrías.
  • El movimiento hacia adelante del viaje de la vida.
  • La huida de la muchedumbre vulgar en pos de la soledad.
  • La influencia de Ovidio, no sólo en cuestiones de metamorfosis y laureles, sino también en la metáfora de Cupido disparando flechas a los ojos del amante.
  • El paso de los grandes hombres y sus hazañas.
  • El paso de la belleza, aspectos todos ellos que reconocemos como típicos de Petrarca.

Breve antología petrarquista

Soneto III

   Fue el día en que del sol palidecieron
los rayos, de su autor compadecido,
cuando, hallándome yo desprevenido,
vuestros ojos, señora, me prendieron.
   En tal tiempo, los míos no entendieron
defenderse de Amor: que protegido
me juzgaba; y mi pena y mi gemido
principio en el común dolor tuvieron.
   Amor me halló del todo desarmado
y abierto al corazón encontró el paso
de mis ojos, del llanto puerta y barco,
   pero, a mi parecer, no quedó honrado
hiriéndome la flecha en aquel caso
y a vos, armada, no mostrando el arco.

Poema XXX

   A una joven bajo un verde laurel
Vi más blanca y más fría que la nieve
que no golpea el sol por años y años;
y su voz, faz hermosa y los cabellos
tanto amo que ahora van ante mis ojos,
y siempre irán, por montes o en la riba.
   Irán mis pensamientos a la riba
cuando no dé hojas verde el laurel;
quieto mi corazón, secos los ojos,
verán helarse al fuego, arder la nieve:
porque no tengo yo tantos cabellos
cuantos por ese día aguardara años.
   Mas porque el tiempo vuela, huyen los años
y en un punto a la muerte el hombre arriba,
ya oscuros o ya blancos los cabellos,
la sombra ha de seguir de aquel laurel
por el ardiente sol y por la nieve,
hasta el día en que al fin cierre estos ojos.
   No se vieron jamás tan bellos ojos,
en nuestra edad o en los primeros años,
que me derritan como el sol la nieve:
y así un río de llanto va a la riba
que Amor conduce hasta el cruel laurel
de ramas de diamante, áureos cabellos.
   Temo cambiar de faz y de cabellos
sin que me muestre con piedad los ojos
el ídolo esculpido en tal laurel:
Que, si al contar no yerro, hace siete años
que suspirando voy de riba en riba,
noche y día, al calor y con la nieve.
   Mas fuego dentro, y fuera blanca nieve,
pensando igual, mudados los cabellos,
llorando iré yo siempre a cada riba
por que tal vez piedad muestren los ojos
de alguien que nazca dentro de mil años;
si aún vive, cultivado, este laurel.
   A oro y topacio al sol sobre la nieve
vencen blondos cabellos, y los ojos
que apresuran mis años a la riba.

Soneto LXI

   Bendito sea el día, el mes y el año,
y la estación, la hora y el instante,
y el país, y el lugar donde fui preso
de los dos bellos ojos que me ataron;
   y bendito el afán dulce primero
que al ser unido con Amor obtuve,
y el arco y las saetas que me hirieron,
y las llagas que van hasta mi pecho.
   Benditas cuantas voces esparciera
al pronunciar el nombre de mi amada,
y el llanto, y los suspiros y el deseo;
   y sean benditos los escritos todos
con que fama le doy, y el pensar mío
que pertenece a ella, y no a otra alguna.

Soneto CXXXII

   Si no es amor, ¿qué es lo que siento entonces?
Mas si es amor, por Dios, ¿qué cosa y cómo?
Si buena es, ¿por qué es mortal su efecto?
Y si mala, ¿por qué es dulce el tormento?
   Si a voluntad me abraso, ¿por qué el llanto?
Si a mi pesar, ¿qué vale lamentarse?
Oh delicioso daño, oh viva muerte,
¿cómo, sin consentirlo, tanto puedes?
   Y no me he de quejar, si lo consiento.
En frágil barca y vientos tan contrarios
Me encuentro en alta mar y sin gobierno,
   tan falto de saber, de error cargado,
que yo mismo no sé ni lo que quiero,
y tiemblo de calor, y ardo de frío.

Soneto CXXXIV

   No encuentro paz, y combatir no puedo;
y espero, y temo; y ardo, y hielo soy;
y vuelo sobre el cielo, y yazgo en tierra;
y todo el mundo abrazo, y nada aprieto.
   Alguien me tiene preso, y no me abre,
ni cierra, ni me deja, ni retiene;
y no me mata Amor, y no me libra,
y ni me quiere vivo, ni molesta.
   Sin ojos veo, y sin lengua grito;
y ansío perecer, y pido ayuda;
y a mí mismo me odio, y amo a otro.
   Nútrome de dolor, llorando río;
tanto morir como vivir me hastía:
por vos, señora, en tal estado estoy.

Soneto CCLXVI

   L'aura qu'el verde Lauro blandamente,
y áureos cabellos aspirando mueve,
con sus lindezas haze que se aprueue
poder estar del cuerpo l'alma absente:
   O rosa de entre espinas refulgente
quándo será qu'el mundo otra tal prueve?
esta alma a Dios supplica come deve
que me excedas en días luengamente.
   Tanto que yo no sienta el grave daño
del mundo quando sin su sol se vea,
ni mis ojos que luz otra no tienen,
   Ni el alma qu'en sola ella se recrea,
ni mis orejas que tan promptas vienen
a gozarse de oír un bien tamaño.

Soneto CCXCII (En la muerte de Laura)

   Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
   Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
   ¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
   Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.

Bibliografía, webgrafía

  • CALERO HERAS, José, "Tema 4. Literatura medieval", en Literatura universal. Bachillerato. Barcelona, Octaedro, 2009, pp. 54-76.
  • IBORRA, Enric, "Tema 3. Literatura medieval", en Literatura universal. Bachillerato. Alzira, Algar, 2016, pp. 54-84.

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Trabajos de los alumnos

  • Petrarca y Laura, PPoint de Lidia Andújar, Carolina Martínez y Joaquín Domingo. 1º Bachillerato B. Curso 2013-2014.

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (enero 2017): Patricia Polo
  • Revisiones, correcciones: Letraherido