La novela filosófico-alegórica: Baltasar Gracián (1601-1658) y ''El Criticón'' (1651)

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La novela filosófico-alegórica

La novela filosósofico-alegórica, presente en época de Gracián, es un género típicamente barroco, impulsado por la crítica y la alegoría como bases fundamentales.

Los autores contaban historias críticas con la sociedad, movidos por su afán filosófico y moralista. Baltasar Gracián fue el más importante en este género, con su novela El Criticón.

La novela filosófica cae a menudo en la desnovelización, la cual se produce cuando los elementos novelísticos (personajes, espacios, anécdotas...) pierden su carácter realista y se vuelven tan simbólicos, metafóricos o alegóricos que dejan de tener interés por sí mismos, pues todo en el mensaje narrativo está al servicio de la intención moral y ética.

Hay todo un camino que lleva desde el realismo descarnado del Lazarillo de Tormes (1554) a la desnovelización que supone El Criticón (1651):

  • El primer paso es el Guzmán de Alfarache (1599), donde ya su autor, Mateo Alemán, se permite añadir unas digresiones morales.
  • Después, tendríamos, como segundo escalón, al Quijote (1605), en donde Cervantes mezcla realidad y fantasía.
  • La tercera fase de la desnovelización es El Buscón (1626), de Quevedo, donde el autor da rienda suelta a la caricaturización, que supone deformación de lo real.
  • El punto de llegada es la novela de Gracián, El Criticón (1651), donde la desnovelización es completa en favor de los significados simbólicos y alegóricos de la novela.

Baltasar Gracián (1601-1658). Su vida y su obra

Nació en Belmonte de Gracián, Zaragoza, en 1601, y murió en Tarazona, en el año 1658.

Su padre trabajaba como funcionario y Baltasar realizó sus estudios en un colegio religioso de Calatayud y en la universidad de Huesca.

En 1619, con dieciocho años, Baltasar ingresó en la Compañía de Jesús.

Se hizo sacerdote en 1635. Confesó al virrey Nochera, de quien más tarde se haría amigo y viajaría con él a Madrid, donde haría nuevas amistades. Una de las más destacados fue el poeta Hurtado de Mendoza. También tenía enemistades, la más destacada era la de la orden de los jesuitas, los cuales lo castigaron mandándolo a Lérida, con la misión de sofocar la revuelta catalana. Por un breve tiempo, fue secretario de Felipe IV, hasta que su salud empeoró, debido a alimentarse tan solo de pan y agua, castigo que le impuso Jacinto Piquer, provincial jesuita en Aragón y superior de Gracián.

En cuanto a su obra, era conceptista, usaba frecuentemente la antítesis, la elipsis, la agudeza, la alegoría y el humor. Gracián se caracteriza por su estilo conciso cargado de significado. Si manieristas como Herrera o Góngora tuvieron por modelo el estilo oratorio de Virgilio y Cicerón, Gracián se fijó en el estilo lacónico de Tácito, Séneca y Marcial, su paisano bilbilitano. Ello no significa que use un estilo llano, al modo de Cervantes, pues en ocasiones resulta tan dificultoso como los gongorinos. En Gracián, el esfuerzo lector va destinado a descifrar los múltiples significados ocultos tras cada expresión lingüística. Sin embargo, para los culteranos lo importante es la belleza formal, la sonoridad del poema.

Temáticamente, propone en sus obras diversos arquetipos humanos de hombre superior:

  • El héroe (1639), que establece las condiciones necesarias para sortear todo tipo de obstáculos prácticos;
  • El político (1640), donde propone como modelo a Fernando el Católico; y
  • El discreto (1646), que hace lo mismo para el ámbito cortesano.

Pero sin duda, la obra que lo ha hecho inmortal fue El Criticón.

El Criticón (1651), verdadera obra maestra de Gracián

Considerada la mejor novela de Gracián y una de las mejores novelas de la narrativa filosófica española, fue publicada en tres partes, en tres distintos años: 1651, 1653 y 1657.

La obra se basa en la ficción novelesca, la alegoría y el conceptismo. Gracián sustituye el realismo por el simbolismo y la reflexión filosófica sobre la existencia y la condición humana, con una visión moralista más bien pesimista. Cree que la vida es una lucha llena de trampas para el hombre.

Llevó a su máximo grado el lenguaje artificioso del Barroco, pues usa abundantemente juegos verbales y de palabras, antítesis, sentencias y máximas de origen culto, proverbios y refranes populares... La concisión sintáctica, además, obliga a suponer elementos elididos frecuentemente, ya sean palabras con significado léxico o conectores lógicos.

El Criticón utilizó la estructura de las novelas bizantinas para narrar el peregrinaje de sus dos protagonistas, Andrenio, símbolo del hombre-instinto, y Critilo, símbolo del hombre-juicio. Andrenio y Critilo viajan por tierras de España, Francia, Alemania e Italia, símbolos respectivos de la niñez, la juventud, la madurez y la vejez. Pero la peripecia novelesca ha dejado de ser importante, lo que cuenta es el proceso de "desnovelización" que ya había empezado con el Guzmán de Alfarache, y todo está al servicio de la intención moralizante.

Bibliografía, webgrafía

  • Alonso, Santos y otros: Lengua castellana y literatura. 1º Bachillerato. Barcelona, Casals, 2016, tema 12 "El Barroco: la poesía", pp. 252-277.

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Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (enero 2021): Alejandro Gracia. 1º Bachillerato C. Curso 2020-2021.
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.