Diferencia entre revisiones de «Desarrolle el tema: "Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX (Fernando Pessoa, 1888-1935, y Kostantin Kavafis, 1863-1933)"»

De Wikimpace
Saltar a: navegación, buscar
(Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX)
(Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX: Pessoa y Kavafis)
Línea 10: Línea 10:
  
 
==Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX: Pessoa y Kavafis==
 
==Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX: Pessoa y Kavafis==
 +
 +
1.- Los heterónimos de Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935)
 +
 +
 +
En 1914 cuando Fernando Pessoa, en una carta a su amigo Casais Monteiro, habla de la aparición de sus heterónimos; podemos explicar este hecho desde diferentes perspectivas (psicológica, sociológica o puramente literaria), incluso la biográfica (bilingüismo, alcoholismo, obsesión por los horóscopos –pues era géminis-...).
 +
 +
Lo cierto es que su capacidad creativa y su imaginación le ayudaron a construir un espacio que le permitiera enajenarse, hacerse otro, y desarrollar la complejidad de su pensamiento sobre la existencia; de ello se encargan esas máscaras tanto heterónimas como ortónima desde sus versos, sus ensayos o sus cartas. El desdoblamiento del poeta, en realidad, ya estaba en la poesía desde, al menos, Garcilaso de la Vega, reflejado en sus dos célebres pastores, Salicio y Nemoroso. Antonio Machado también utilizó a sus complementarios, el famoso Juan de Mairena entre ellos.
 +
 +
Alberto Caeiro, el Maestro de todos ellos, será el heterónimo que Pessoa opondrá a sí mismo. Su breve obra El guardador de rebaños, los Poemas inconjuntos muestra a un hombre de visión ingenua e instintiva que rechaza la inteligencia para representar la realidad. Busca lo sensorial y lo natural, lo simple y primitivo para desarrollar un ejercicio tan difícil como llegar a lo poético desde lo apoético. De ahí esa poesía exenta de metafísica, pero contemplativa, hiperbólica y discursiva, sostenida por las sensaciones, para construir una regla de sabiduría que le permita vivir sin dolor, envejecer sin angustia y morir sin miedo.
 +
 +
Ricardo Reis, médico y monárquico, discípulo y comentarista de Caeiro, sufre porque siente con intensidad la brevedad de todo y la fragilidad de todo lo que el hombre es capaz de hacer. Escribió unas doscientas cincuenta odas, muy horacianas, lucrecianas y virgilianas, que son una meditación sobre el destino desde un nihilismo radical. Su neopaganismo es cerebral y reflexivo, de un epicureísmo escéptico tan complejo como laboriosos son sus versos. Es un “pagano triste de la decadencia” que se refugia en la exactitud y la perfección hasta crear una imagen de la felicidad basada en la renuncia. Su voz es una mezcla de resignación y moderado gozo de placeres que nunca deben comprometer su libertad interior (“Abdica / y sé el rey de ti mismo”). Busca una felicidad epicúrea, en la que también cabe el dolor y el sufrimiento, y supera estos estados ataráxica y estoicamente, mostrando una autodisciplinada indiferencia ante las pasiones. El suyo es un horacianismo exento de erotismo, porque desconfía de los sentimientos fuertes y del placer, aunque sí adopta el moralismo horaciano en sus meditaciones sobre el fluir del tiempo, los engaños de la fortuna, la aceptación de la muerte.
 +
 +
Álvaro de Campos, ingeniero naval, la más escandalosamente vanguardista de todas las máscaras y la más fecunda y versátil, quiere serlo todo, sentirlo todo, tenerlo todo. Escribe febrilmente, en estados de exaltación y euforia. Es el futurista poeta de las fábricas y de la civilización mecánica (Oda Triunfal). Su estética, absolutamente antiaristotélica, se basa en la idea de fuerza; su estilo es torrencial y vertiginoso, de largos versos libres e irregulares, densamente anafóricos y onomatopéyicos. Es el heterónimo que más evoluciona y llega verdaderamente a la disolución del Yo en una especie de fase abúlica, escéptica, autoanalítica y frustrada, de un cansancio existencial llevado hasta la náusea que lo aísla y le hace sentir la realidad como algo terriblemente extraño. Hay que “sentirlo todo de todas las maneras”, hay que vivir “dentro de todos los crímenes”: es la base del sensacionismo (ismo creado por Pessoa), fundamentado en la expresión de sensaciones desenfrenadas, pero siempre desde la inteligencia, una vivencia cuyo fin es el mismo que buscan tanto Caeiro como Reis: dejar de sentir el dolor de vivir.
 +
 +
2.- La poesía de Konstantinos P. Kavafis (1863-1933)
 +
 +
Icono de la cultura gay, funcionario y periodista, nacido en Alejandría, Egipto, de un padre que era un rico comerciante. Se le considera el poeta moderno más importante de la literatura griega.
 +
 +
La permanente reescritura en pos de la depuración es una de las marcas de su trabajo, meditado, paciente y esporádico: Kavafis, en vida, eligió a sus lectores. Entregaba sus poemas, en plaquetas u hojas cosidas a mano por él mismo, a algunas personas seleccionadas entre sus no muy numerosos visitantes o a aquellas otras, a las que se acercaba, que entendía podían valorarlos. Entre 1891 y 1904 imprimió seis poemas de los ciento ochenta que llevaba escritos; en 1904, catorce, y en 1910, veintiuno de los que guardaba. Kavafis publicó poemas desde 1891, pero renegó de casi todos los de esa década.
 +
 +
Sus primeras publicaciones comenzaron en 1886, principalmente de un estilo romántico, siguiendo la línea de D. Paparrigópulos, con evidentes influencias de Hugo y Musset. En 1891 publicó en una hoja suelta un poema titulado “Constructores” y en 1896 escribió “Murallas”, un poema ya completamente kavafiano, donde ofrece la trágica realidad de la vida, el aislamiento del mundo y la soledad existencial. Los años más críticos para la formación de su estilo están entre 1896 y 1904. Es entonces cuando abandona su papel de poeta neorromántico. Una vez alcanzada la madurez poética hacia 1904, no se separará de su estilo.
 +
 +
Después de su muerte, en 1935, se publica la edición de los ciento cincuenta y cuatro poemas que el autor consideró “canónicos” con el título de Ta Poiémata (Los poemas). Ediciones posteriores llegan a incluir un total de doscientos cincuenta y dos poemas.
 +
 +
W. H. Auden escribió que Kavafis tuvo tres preocupaciones fundamentales: el amor, el arte y la política, en el sentido griego original. A partir de ellas, y sobre todo de su entrecruzamiento y de lo que éste origina, construyó los ciento cincuenta y cuatro poemas que dejó autorizados.
 +
 +
El propio autor clasificaba su obra en tres áreas, atendiendo a su expresión poética: filosóficos, históricos y eróticos. Esto no impide que semánticamente los poemas de cada clase puedan tener esos temas u otros entremezclados bajo una forma determinada.
 +
 +
Respecto a sus poemas eróticos, muchos críticos han exagerado su hedonismo homosexual, sus poemas más eróticos son posteriores a 1915, y aun con su franqueza, conservan la nobleza y dignidad de los otros, se entremezcla lo artístico y lo erótico. Son muy leídos hoy sus poemas homoeróticos, que cantan las excelencias sensuales del amor furtivo, como "Recuerda, cuerpo...".
 +
 +
Los poemas históricos son los más característicos; tienen contenidos también hedonistas y didácticos, pero encerrados tras la máscara de la historia. Este secretismo ha sido objeto de discusión, lo más probable es que Kavafis intente con él dar forma a ideas difícilmente expresables de manera directa. Los personajes históricos de Kavafis tienen su propia personalidad, se llevan la importancia que no tiene en su poesía, como en la de otros, la naturaleza. Los períodos de la historia abarcados en las ambientaciones de los poemas son variados: auge y declive del Helenismo, el mundo greco-romano, la lucha contra los cristianos o el período bizantino. Kavafis compuso con frecuencia poemas no sobre grandes momentos históricos, sino sobre las decadencias después de los mismos, como el famoso “Esperando a los bárbaros”, “El dios abandona a Antonio” o “Ítaca”, algunas de cuyas frases han pasado a ser proverbiales. El lugar más importante de sus poemas es Alejandría, que se convierte en un símbolo.
 +
 +
Los poemas didácticos o filosóficos giran en torno a ciertas temáticas recurrentes: El destino irrevocable (“Murallas”), el sentido del deber y la dignidad humana (“Termópilas”) y la vanidad de la grandeza humana (“El dios abandona a Antonio”).
 +
 +
El estilo de Kavafis es en general pulcro y sobrio, carece casi de imágenes. Intenta expresar hasta lo más profundo de manera clara, pretende fijar una realidad, en ese sentido se le puede considerar un poeta 'clásico' dentro de la literatura griega moderna. Sus versos se preocupan más de su parte prosaica que de su forma, conforme a su realismo. La métrica es yámbica deliberadamente descuidada: número desigual de sílabas, rimas sólo irónicas o versos cortados. Poesía sustantiva. Ni profusión ni epítetos, entonces. Tampoco comparaciones ni metáforas. Sólo la palabra justa.
 +
 +
Respecto a la temática, se sitúa en el centro su propia experiencia personal: la imposibilidad de romper el aislamiento (“Murallas”), la imposibilidad de la huida (“La Ciudad”), la consciencia de que los monstruos siempre le acompañan en su interior (“Ítaca”).
 +
 +
Esto le lleva a otra de sus temáticas básicas: el intento de llenar el vacío interior, siempre individualista, nunca colectivo. El fracaso personal del autor dota a los personajes de indiferencia y decepción. Este vacío se ve en poemas como “En una ciudad de Asia menor”, en el que los ciudadanos crean una proclama a favor de Antonio, al haber ganado Octavio, cambian sólo el nombre de la proclama, ya que los elogios daban lo mismo. Y sobre todo en “Esperando a los bárbaros”: una civilización agotada espera la llegada de los bárbaros para volver al estado primitivo, pero los bárbaros no llegan, no existen.
 +
 +
Otro rasgo temático de Kavafis es la expresión de la complejidad psicológica, además de un análisis fatalista de la realidad y de sí mismo.
 +
 +
El filohelenismo de Kavafis es de carácter cultural, no activista o nacionalista, es como el que podría tener un extranjero. Se nota en que pese a la convulsa época de la nación griega que le toca vivir (expansión, guerras, éxodos...), se centra en la historia antigua. Dentro de la temática histórica se sentirá más atraído por figuras híbridas de lo griego y lo asiático, de épocas como el helenismo y el período bizantino. Su posición frente al cristianismo es dual, si bien cuando trata el enfrentamiento entre Cristianismo y Paganismo se pone al lado del primero; cuando trata a la Iglesia Ortodoxa le atrae sólo la parafernalia oriental de los ritos, no la espiritualidad; por ejemplo: “En la Iglesia”.
 +
 +
Los mejores poemas de Kavafis concentran la experiencia humana de una forma intemporal y por ello ha influido notablemente a autores de la poesía de la experiencia, como Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma. Sus piezas históricas más inspiradas pintan con gran fuerza cuadros realistas y decadentes de un pasado poco conocido y ciertamente fascinante: el oriente helénico, desde la antigüedad hasta el presente; demuestra que, como creían los griegos, la historia es cíclica, e insufla los sentimientos de la nostalgia y del miedo a lo desconocido en sus evocaciones. Posee el secreto de recrear la atmósfera cotidiana de los tiempos ya pasados.
 +
 +
En general, sus poemas son concisos y van desde íntimas evocaciones de figuras literarias y de ambientes referentes a la cultura griega, hasta el carácter moral, los placeres sensuales, la homosexualidad y la nostalgia. Su brevedad y la sencillez de su estructura “aparente” le otorgan a sus poemas un tono inconcluso.
 +
 +
Kavafis evita las emociones frontales, enmascarando los afectos dada su especial personalidad altiva y tímida al mismo tiempo que ponía en relieve una cierta ironía. Pero aún así, su poesía se convierte en un torrente de nostalgia por lo pasado, al recuerdo y a la historia; de hecho, temáticas como la vejez, la muerte y el tiempo son constantes en su obra.
 +
 +
Creó un estilo personal, algo solemne y arcaico, mezclado con el griego de su época. En sus versos se integran la historia helenística y bizantina con asuntos contemporáneos. Kavafis tiene la particularidad de dar a la Historia presente en sus obras un carácter sensual y erótico, un medio de expresión de su filosofía y didactismo. Por un lado recupera para la poesía la riquísima historia antigua de su país; por otro, en un tono melancólico, el poeta intenta recuperar los momentos de una juventud perdida, sus primeras experiencias sexuales, el calor de lo erótico del cuerpo de los amantes, etc.
  
 
==Bibliografía, webgrafía==
 
==Bibliografía, webgrafía==

Revisión de 11:56 27 ene 2015

Criterios de corrección

Para la pregunta “Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX” el alumno deberá dar cuenta de la figura y la obra de Fernando Pessoa y Constantino Kavafis.

Con respecto al prolífico escritor portugués Fernando Pessoa se hará referencia a su papel en la introducción del modernismo y las vanguardias en la literatura portuguesa, su escritura en tres lenguas (inglés, francés, portugués), sus heterónimos (Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos entre otros muchos), creadores del Sensacionismo, y a la singular poesía que cada uno de ellos produce; también se habrá de señalar que Pessoa publicó una corta parte de su poesía en vida (v.r. el libro Mensagem) y que la mayor parte se ha venido editando póstumamente.

Por otra parte, se ha de señalar la importancia del poeta de origen egipcio Kavafis en el reconocimiento de la poesía griega; también se ha de incidir en los temas de esta poesía (la antigüedad clásica, el erotismo, la homosexualidad, el fatalismo), escrita en griego y por ello de corta difusión en vida del autor (excepto poemas como "Ithaca"); por último se ha de destacar el perfeccionismo de su escritura.

No estaría de más señalar que, pese a su rareza, fueron poetas tremendamente influyentes en la poesía del siglo XX.

Poetas heterodoxos en la poesía del siglo XX: Pessoa y Kavafis

1.- Los heterónimos de Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935)


En 1914 cuando Fernando Pessoa, en una carta a su amigo Casais Monteiro, habla de la aparición de sus heterónimos; podemos explicar este hecho desde diferentes perspectivas (psicológica, sociológica o puramente literaria), incluso la biográfica (bilingüismo, alcoholismo, obsesión por los horóscopos –pues era géminis-...).

Lo cierto es que su capacidad creativa y su imaginación le ayudaron a construir un espacio que le permitiera enajenarse, hacerse otro, y desarrollar la complejidad de su pensamiento sobre la existencia; de ello se encargan esas máscaras tanto heterónimas como ortónima desde sus versos, sus ensayos o sus cartas. El desdoblamiento del poeta, en realidad, ya estaba en la poesía desde, al menos, Garcilaso de la Vega, reflejado en sus dos célebres pastores, Salicio y Nemoroso. Antonio Machado también utilizó a sus complementarios, el famoso Juan de Mairena entre ellos.

Alberto Caeiro, el Maestro de todos ellos, será el heterónimo que Pessoa opondrá a sí mismo. Su breve obra El guardador de rebaños, los Poemas inconjuntos muestra a un hombre de visión ingenua e instintiva que rechaza la inteligencia para representar la realidad. Busca lo sensorial y lo natural, lo simple y primitivo para desarrollar un ejercicio tan difícil como llegar a lo poético desde lo apoético. De ahí esa poesía exenta de metafísica, pero contemplativa, hiperbólica y discursiva, sostenida por las sensaciones, para construir una regla de sabiduría que le permita vivir sin dolor, envejecer sin angustia y morir sin miedo.

Ricardo Reis, médico y monárquico, discípulo y comentarista de Caeiro, sufre porque siente con intensidad la brevedad de todo y la fragilidad de todo lo que el hombre es capaz de hacer. Escribió unas doscientas cincuenta odas, muy horacianas, lucrecianas y virgilianas, que son una meditación sobre el destino desde un nihilismo radical. Su neopaganismo es cerebral y reflexivo, de un epicureísmo escéptico tan complejo como laboriosos son sus versos. Es un “pagano triste de la decadencia” que se refugia en la exactitud y la perfección hasta crear una imagen de la felicidad basada en la renuncia. Su voz es una mezcla de resignación y moderado gozo de placeres que nunca deben comprometer su libertad interior (“Abdica / y sé el rey de ti mismo”). Busca una felicidad epicúrea, en la que también cabe el dolor y el sufrimiento, y supera estos estados ataráxica y estoicamente, mostrando una autodisciplinada indiferencia ante las pasiones. El suyo es un horacianismo exento de erotismo, porque desconfía de los sentimientos fuertes y del placer, aunque sí adopta el moralismo horaciano en sus meditaciones sobre el fluir del tiempo, los engaños de la fortuna, la aceptación de la muerte.

Álvaro de Campos, ingeniero naval, la más escandalosamente vanguardista de todas las máscaras y la más fecunda y versátil, quiere serlo todo, sentirlo todo, tenerlo todo. Escribe febrilmente, en estados de exaltación y euforia. Es el futurista poeta de las fábricas y de la civilización mecánica (Oda Triunfal). Su estética, absolutamente antiaristotélica, se basa en la idea de fuerza; su estilo es torrencial y vertiginoso, de largos versos libres e irregulares, densamente anafóricos y onomatopéyicos. Es el heterónimo que más evoluciona y llega verdaderamente a la disolución del Yo en una especie de fase abúlica, escéptica, autoanalítica y frustrada, de un cansancio existencial llevado hasta la náusea que lo aísla y le hace sentir la realidad como algo terriblemente extraño. Hay que “sentirlo todo de todas las maneras”, hay que vivir “dentro de todos los crímenes”: es la base del sensacionismo (ismo creado por Pessoa), fundamentado en la expresión de sensaciones desenfrenadas, pero siempre desde la inteligencia, una vivencia cuyo fin es el mismo que buscan tanto Caeiro como Reis: dejar de sentir el dolor de vivir.

2.- La poesía de Konstantinos P. Kavafis (1863-1933)

Icono de la cultura gay, funcionario y periodista, nacido en Alejandría, Egipto, de un padre que era un rico comerciante. Se le considera el poeta moderno más importante de la literatura griega.

La permanente reescritura en pos de la depuración es una de las marcas de su trabajo, meditado, paciente y esporádico: Kavafis, en vida, eligió a sus lectores. Entregaba sus poemas, en plaquetas u hojas cosidas a mano por él mismo, a algunas personas seleccionadas entre sus no muy numerosos visitantes o a aquellas otras, a las que se acercaba, que entendía podían valorarlos. Entre 1891 y 1904 imprimió seis poemas de los ciento ochenta que llevaba escritos; en 1904, catorce, y en 1910, veintiuno de los que guardaba. Kavafis publicó poemas desde 1891, pero renegó de casi todos los de esa década.

Sus primeras publicaciones comenzaron en 1886, principalmente de un estilo romántico, siguiendo la línea de D. Paparrigópulos, con evidentes influencias de Hugo y Musset. En 1891 publicó en una hoja suelta un poema titulado “Constructores” y en 1896 escribió “Murallas”, un poema ya completamente kavafiano, donde ofrece la trágica realidad de la vida, el aislamiento del mundo y la soledad existencial. Los años más críticos para la formación de su estilo están entre 1896 y 1904. Es entonces cuando abandona su papel de poeta neorromántico. Una vez alcanzada la madurez poética hacia 1904, no se separará de su estilo.

Después de su muerte, en 1935, se publica la edición de los ciento cincuenta y cuatro poemas que el autor consideró “canónicos” con el título de Ta Poiémata (Los poemas). Ediciones posteriores llegan a incluir un total de doscientos cincuenta y dos poemas.

W. H. Auden escribió que Kavafis tuvo tres preocupaciones fundamentales: el amor, el arte y la política, en el sentido griego original. A partir de ellas, y sobre todo de su entrecruzamiento y de lo que éste origina, construyó los ciento cincuenta y cuatro poemas que dejó autorizados.

El propio autor clasificaba su obra en tres áreas, atendiendo a su expresión poética: filosóficos, históricos y eróticos. Esto no impide que semánticamente los poemas de cada clase puedan tener esos temas u otros entremezclados bajo una forma determinada.

Respecto a sus poemas eróticos, muchos críticos han exagerado su hedonismo homosexual, sus poemas más eróticos son posteriores a 1915, y aun con su franqueza, conservan la nobleza y dignidad de los otros, se entremezcla lo artístico y lo erótico. Son muy leídos hoy sus poemas homoeróticos, que cantan las excelencias sensuales del amor furtivo, como "Recuerda, cuerpo...".

Los poemas históricos son los más característicos; tienen contenidos también hedonistas y didácticos, pero encerrados tras la máscara de la historia. Este secretismo ha sido objeto de discusión, lo más probable es que Kavafis intente con él dar forma a ideas difícilmente expresables de manera directa. Los personajes históricos de Kavafis tienen su propia personalidad, se llevan la importancia que no tiene en su poesía, como en la de otros, la naturaleza. Los períodos de la historia abarcados en las ambientaciones de los poemas son variados: auge y declive del Helenismo, el mundo greco-romano, la lucha contra los cristianos o el período bizantino. Kavafis compuso con frecuencia poemas no sobre grandes momentos históricos, sino sobre las decadencias después de los mismos, como el famoso “Esperando a los bárbaros”, “El dios abandona a Antonio” o “Ítaca”, algunas de cuyas frases han pasado a ser proverbiales. El lugar más importante de sus poemas es Alejandría, que se convierte en un símbolo.

Los poemas didácticos o filosóficos giran en torno a ciertas temáticas recurrentes: El destino irrevocable (“Murallas”), el sentido del deber y la dignidad humana (“Termópilas”) y la vanidad de la grandeza humana (“El dios abandona a Antonio”).

El estilo de Kavafis es en general pulcro y sobrio, carece casi de imágenes. Intenta expresar hasta lo más profundo de manera clara, pretende fijar una realidad, en ese sentido se le puede considerar un poeta 'clásico' dentro de la literatura griega moderna. Sus versos se preocupan más de su parte prosaica que de su forma, conforme a su realismo. La métrica es yámbica deliberadamente descuidada: número desigual de sílabas, rimas sólo irónicas o versos cortados. Poesía sustantiva. Ni profusión ni epítetos, entonces. Tampoco comparaciones ni metáforas. Sólo la palabra justa.

Respecto a la temática, se sitúa en el centro su propia experiencia personal: la imposibilidad de romper el aislamiento (“Murallas”), la imposibilidad de la huida (“La Ciudad”), la consciencia de que los monstruos siempre le acompañan en su interior (“Ítaca”).

Esto le lleva a otra de sus temáticas básicas: el intento de llenar el vacío interior, siempre individualista, nunca colectivo. El fracaso personal del autor dota a los personajes de indiferencia y decepción. Este vacío se ve en poemas como “En una ciudad de Asia menor”, en el que los ciudadanos crean una proclama a favor de Antonio, al haber ganado Octavio, cambian sólo el nombre de la proclama, ya que los elogios daban lo mismo. Y sobre todo en “Esperando a los bárbaros”: una civilización agotada espera la llegada de los bárbaros para volver al estado primitivo, pero los bárbaros no llegan, no existen.

Otro rasgo temático de Kavafis es la expresión de la complejidad psicológica, además de un análisis fatalista de la realidad y de sí mismo.

El filohelenismo de Kavafis es de carácter cultural, no activista o nacionalista, es como el que podría tener un extranjero. Se nota en que pese a la convulsa época de la nación griega que le toca vivir (expansión, guerras, éxodos...), se centra en la historia antigua. Dentro de la temática histórica se sentirá más atraído por figuras híbridas de lo griego y lo asiático, de épocas como el helenismo y el período bizantino. Su posición frente al cristianismo es dual, si bien cuando trata el enfrentamiento entre Cristianismo y Paganismo se pone al lado del primero; cuando trata a la Iglesia Ortodoxa le atrae sólo la parafernalia oriental de los ritos, no la espiritualidad; por ejemplo: “En la Iglesia”.

Los mejores poemas de Kavafis concentran la experiencia humana de una forma intemporal y por ello ha influido notablemente a autores de la poesía de la experiencia, como Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma. Sus piezas históricas más inspiradas pintan con gran fuerza cuadros realistas y decadentes de un pasado poco conocido y ciertamente fascinante: el oriente helénico, desde la antigüedad hasta el presente; demuestra que, como creían los griegos, la historia es cíclica, e insufla los sentimientos de la nostalgia y del miedo a lo desconocido en sus evocaciones. Posee el secreto de recrear la atmósfera cotidiana de los tiempos ya pasados.

En general, sus poemas son concisos y van desde íntimas evocaciones de figuras literarias y de ambientes referentes a la cultura griega, hasta el carácter moral, los placeres sensuales, la homosexualidad y la nostalgia. Su brevedad y la sencillez de su estructura “aparente” le otorgan a sus poemas un tono inconcluso.

Kavafis evita las emociones frontales, enmascarando los afectos dada su especial personalidad altiva y tímida al mismo tiempo que ponía en relieve una cierta ironía. Pero aún así, su poesía se convierte en un torrente de nostalgia por lo pasado, al recuerdo y a la historia; de hecho, temáticas como la vejez, la muerte y el tiempo son constantes en su obra.

Creó un estilo personal, algo solemne y arcaico, mezclado con el griego de su época. En sus versos se integran la historia helenística y bizantina con asuntos contemporáneos. Kavafis tiene la particularidad de dar a la Historia presente en sus obras un carácter sensual y erótico, un medio de expresión de su filosofía y didactismo. Por un lado recupera para la poesía la riquísima historia antigua de su país; por otro, en un tono melancólico, el poeta intenta recuperar los momentos de una juventud perdida, sus primeras experiencias sexuales, el calor de lo erótico del cuerpo de los amantes, etc.

Bibliografía, webgrafía

  • CALERO HERAS, José: Literatura universal. Bachillerato. Barcelona, Octaedro, 2009, tema 10, "Siglo XX. La poesía", pp. 183-200.

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (enero 2015):
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.