El tiempo de la historia y del discurso en "William Wilson", de Edgar Allan Poe: retrospección y prospección

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Revisión de 14:31 19 dic 2014 por Letraherido (Discusión | contribuciones) (Retrospección y prospección en "William Wilson", de Poe. El tiempo de la historia y el tiempo del discurso)

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Criterios de corrección

Se trata de que el alumno señale que la historia comienza in medias res, con un narrador que dice vivir sus últimos momentos (prospección) y que, desde esa situación de agonía y moribundia, que él ya anuncia en las primeras líneas, hace un salto atrás (flash-back o retrospección) para contarnos su vida desde los quince años en la escuela del doctor Bransby, hasta el momento en que asistimos a su asesinato-suicidio en Roma, con las palabras finales de su doble, William Wilson-2, "Tú me has matado y, al hacerlo, te matas a ti mismo".

El alumno deberá citar fragmentos de texto relevantes, donde se observen claramente la prospección y retrospección que rezan en el título de la pregunta. También deberá explicar cómo el sabio uso de estos mecanismos por parte de Poe consigue crear en el relato una atmósfera de tensión y suspense que intriga al lector.

En cuanto al tiempo de la historia, que es lineal y cronológico, el alumno deberá dejar claro que no coincide con el tiempo del discurso, que comienza con un narrador agonizante y adulto y, desde ahí, recupera cómo ha sido su infancia y adolescencia, para después acompañar al protagonista hasta su trágico final. La no coincidencia de los tiempos de la historia y el discurso tiene que ver con la eficacia narrativa buscada por el autor y con su idea del cuento como lugar donde se debe atrapar al lector por medio de la intriga.

Retrospección y prospección en "William Wilson", de Poe. El tiempo de la historia y el tiempo del discurso

Entendemos por tiempo de la historia, el tiempo cronológico, con su discurrir lógico o su transcurso del antes al después, en que se suceden los hechos. En el caso de "William Wilson", cuento de las Narraciones extraordinarias, de Edgar Allan Poe, sería la sucesión de acontecimientos desde que el personaje es un niño, un escolar en la escuela del Dr. Bransby, en Inglaterra, hasta que, ya adulto, se mata a sí mismo en Roma queriendo matar a su doble.

El tiempo del discurso es el orden en el que el relato o discurso narrativo nos cuenta los hechos de la historia, que no tiene por qué coincidir para nada con el orden temporal de la vida real. En el caso de "William Wilson", vemos que la narración empieza por la mitad, “in medias res”, cuando el personaje cuyo nombre real desconocemos, pero que dice enmascararse con el nombre de William Wilson vive sus últimos momentos. Él mismo nos advierte que está cercano su final (prospección, prolepsis o anticipación, en inglés flash forward), cuando dice, al principio del relato:

   “La muerte se aproxima y la sombra que la precede ha proyectado una influencia
apaciguadora sobre mi espíritu” 

Y, dicho esto, hace una retrospección (también llamada flash back o salto atrás) y nos cuenta su infancia y juventud en el oscuro caserón gótico del Dr. Bransby, su primer encuentro con su sosias a los quince años de edad, sus traslados sucesivos a Eton, Oxford, distintas ciudades europeas (Londres, París, Berlín, Roma), incluso Egipto, su huida continua de un doble al que odia -aunque, en los primeros años, su relación no era mala- y su trágico final romano, cuando, queriendo matar a su enemigo, se mata a sí mismo sin querer.

En este fragmento del cuento se narra la primera vez que Wilson toma conciencia de la existencia de su "otro yo":

   "Mis ojos se fijaron entonces en su rostro. Lo miré y sentí que se me helaba el
cuerpo y que un entumecimiento me envolvía. Mi corazón me latía con fuerza, las
rodillas  me temblaban, y mi espíritu se sentía presa de un horror absurdo pero
intolerable. Jadeando, bajé la lámpara hasta acercarla a la misma cara. ¿Eran ésos...
ésos, los rasgos de William Wilson? Bien veía que eran los suyos, pero me estremecía
por efecto de la calentura al imaginar que no lo eran. Pero, entonces, ¿qué había en
ellos que me confundía de tal manera? Lo miré mientras mi cerebro daba vueltas en un
torbellino de pensamientos incoherentes. o era ése su aspecto... no, no era así cuando
estaba despierto. ¡El mismo nombre! ¡El mismo rostro! ¿El mismo día de ingreso en la
escuela! ¡Y su incomprensible obstinación en imitar mi actitud, mi voz, mis
costumbres, mi figura!"

Él mismo nos confiesa su naturaleza depravada, que trata de justificar como herencia biológica de su degenerada estirpe:

   "Crecí voluntarioso, dado a los caprichos más extravagantes y presa de las más
ingobernables pasiones. Débiles de carácter y llenos de defectos constitucionales
análogos a los míos propios, mis padres poco podían hacer para poner freno a las
malvadas propensiones que me caracterizaban."

La dislocación temporal en la narración de Poe se debe a que, para él, como escritor de suspense, era fundamentalmente provocar la intriga en el lector. Por eso, decide contar de esa manera, para que vayamos descubriendo con la lectura cuál es el estado mental del protagonista –que, como sabemos, era el suyo propio en la vida real-, un estado mental, por cierto, bastante perturbado.

En definitiva, el efecto final del cuento, la sorpresa con la que termina, con el alter ego de Wilson diciéndole a su ejecutor “Tú me has matado y, al hacerlo, te matas a ti mismo”, el juego de espejos en el que se ve reflejado el personaje justo antes de morir, se consigue únicamente por la pericia narrativa con la que Poe ha manejado ambos tiempos, el de la historia y el discurso, con una gran maestría que lo ha hecho ocupar, por este y otros relatos, un lugar privilegiado entre los escritores de misterio de la literatura universal. Estos son los párrafos finales del relato:

   “Un amplio espejo eso fue lo que en mi confusión creí al principio se hallaba
entonces donde antes no viera yo ninguno y cuando me dirigí hacia él en el colmo del
terror, mi propia imagen, pero con rasgos muy pálidos y salpicados en sangre, avanzó a 
mi encuentro con paso débil y vacilante.
   Eso me pareció, digo, pero me equivocaba. Era mi antagonista, era Wilson quien se
erguía ante mí, agonizante. Su máscara y su capa yacían en el suelo, donde las había
arrojado. Cada hebra de su ropa, cada línea de los marcados y singulares rasgos de su
cara ¡eran idénticos a los míos! 
   Era Wilson. Pero ya no se expresaba en susurros y hubiera podido imaginar que era
yo mismo el que hablaba cuando dijo: 
   -Has vencido y me entrego. Pero a partir de ahora tú también estás muerto... muerto
para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías... y observa esta
imagen, que es la tuya, porque al matarme te has asesinado tú mismo!”

Bibliografía, webgrafía

  • CALERO HERAS, José: Literatura universal. Bachillerato. Barcelona, Octaedro, 2009, tema 7, p. 134 y pp. 146-150.

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (diciembre 2014): Alba Cinca
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.