La poesía religiosa: la mística española

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Revisión de 18:55 31 ene 2019 por Letraherido (Discusión | contribuciones) (San Juan de la Cruz (1542-1591))

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¿Qué es la mística?

La mística es una experiencia religiosa de unión del alma con Dios. Se da en muchas religiones, no solo en la cristiana: hay místicos sufíes (musulmanes), tibetanos (el vuelo astral), orientales y occidentales; en algunos casos, puede ir asociada a alguna experiencia con los llamados "paraísos artificiales" (los rastafaris jamaicanos, por ejemplo).

La experiencia mística es difícilmente comunicable por vía directa. Por eso, los místicos han solido buscar la poesía como medio indirecto, literario, bello, de comunicar sus sensaciones. Y algunos han sido grandes poetas, como es el caso de san Juan de la Cruz.

Normalmente, las Iglesias tienen que aceptar en su canon a ciertos creyentes escogidos como místicos, puesto que si la mística se da fuera del dogma (es decir, si no es aceptada por la jerarquía), acaba siendo herejía y, por tanto, perseguida.

La poesía mística describe, como decimos, una experiencia, difícilmente expresable: la unión del alma con Dios. Esa experiencia mística:

  • Exige un proceso previo de purificación, a través del cual el alma, con la renuncia, la penitencia y la oración, se desentiende del mundo y busca la perfección moral.
  • No depende de la voluntad humana: es una gracia divina; solo unos cuantos elegidos están llamados a vivir la unión mística con Dios.
  • Es extática (o sea, produce el éxtasis místico, un goce profundo que inunda de felicidad al creyente): el alma, al fundirse con la divinidad, se sumerge en un estado de arrobamiento, de embelesamiento en el que cesa la actividad de los sentidos y se desconecta del mundo circundante.
  • Es inefable: no se puede comunicar directamente; el poeta es incapaz de encerrar en palabras el cúmulo de sensaciones vividas en ese estado de enajenación mística. Para describirlo, recurre al símbolo, la alegoría, la paradoja y la antítesis.

Las grandes figuras de la mística son santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz (en España), san Francisco de Asís (en Italia), Tomás Kempis (en Alemania), santa Juana de Arco (en Francia).

Las tres vías místicas

Para llegar al éxtasis místico, se han señalado tres vías progresivas (a la tercera, solo llegan los elegidos):

  • Vía purgativa: el creyente debe purificarse mediante el ayuno y la abstinencia y practicar continuamente la oración. En palabras de San Juan de la Cruz:
   "Hay que perder el gusto por el apetito de las cosas".
  • Vía iluminativa: el entendimiento se eleva a Dios mediante la Fe.
  • Vía unitiva: estadio final de unión del alma con Dios, el alma se entrega completamente a la voluntad divina. Es el famoso arrobo o arrobamiento, el rapto místico que suele dejar exhausto al creyente tras el trance místico y en el que se pueden registrar fenómenos increíbles, como levitaciones, etc. A esta fase solo llegan los elegidos por la gracia divina.
   Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
   San Juan de la Cruz (1542-1591), "La noche oscura"

Diferencia entre la ascética y la mística

Hay muchos religiosos (y algunos laicos) que han querido ser místicos. Pero muy pocos lo han conseguido. Todos ellos han emprendido el camino místico. Es decir, el proceso de las tres vías. Sin embargo, o no han pasado del primer estadío (la purificación) o se han quedado en el segundo (la iluminación). Solo los elegidos pueden llegar al éxtasis místico, el rapto, el arrobamiento que producela unión del alma con Dios.

En la literatura española, se considera que son místicos santa Teresa y san Juan, pero a fray Luis de León se le cataloga como asceta, próximo al arrobo místico en algunas composiciones, como la "Oda III, A Francisco de Salinas", pero incapaz finalmente de llegar a la vía unitiva. Fray Luis escuchaba embelesado la música de su amigo Salinas, organista prodigioso ciego desde su primera infancia: las notas musicales elevan su alma a la divinidad.

   El aire se serena 
y viste de hermosura y luz no usada, 
Salinas, cuando suena 
la música estremada, 
por vuestra sabia mano gobernada.
   A cuyo son divino 
el alma, que en olvido está sumida, 
torna a cobrar el tino 
y memoria perdida 
de su origen primera esclarecida.

San Juan de la Cruz (1542-1591)

San Juan de la Cruz (1542-1591)

Fue un religioso y poeta místico del Renacimiento español. Fue reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús.

La obra poética de San Juan es breve pero muy intensa. Se le considera un "juglar a lo divino", porque utiliza los tópicos de la poesía petrarquista (el amor cortés) para un propósito sagrado: una mujer (el alma) sale al encuentro de su amado (Dios) en medio de una naturaleza paradisíaca ("locus amoenus"); y cuando se produce la deseada unión mística de ambos es el goce amoroso de los amantes lo que expresa el poema místico.

Las tres grandes obras de San Juan son:

  • El Cántico espiritual, inspirado en el bíblico Cantar de los cantares, un diálogo pastoril entre la amada y el amado, al que ella sale buscando por entre valles, bosques y majadas.
  • Noche oscura del alma, poema en ocho liras, donde la amada sale disfrazada de casa por la noche y se une al amado en un éxtasis místico.
  • Llama de amor viva, donde se exponen las sensaciones amorosas que experimenta la amada en la unión o rapto místico.

Incluimos aquí el poema Noche oscura del alma:

   1.
   En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
   2.
   A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
   3.
   En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
   4.
   Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
   5.
   ¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
   6.
   En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
   7.
   El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
   8.
   Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Bibliografía, webgrafía

  • Alonso, Santos y otros: Lengua castellana y literatura. 1º Bachillerato. Barcelona, Casals, 2016, tema 10 "El Renacimiento: la poesía", pp. 201-225.

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Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (enero 2019):
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.