La relación entre Mme. Aubain y Felicidad en “Un corazón sencillo”, de Flaubert

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Criterios de corrección

Se valorará la atención a la relación entre Mme. Aubin y Felicidad, ama y criada, personajes de distinta clase social, que va más allá de ser una relación laboral, ya que junto con Pablo y Virginia constituyen una familia unida por lazos afectivos, mucho más sinceros los de Felicidad que los de su ama, siempre consciente de las distinciones de clase y cuyas pertenencias hereda su criada; relación que atraviesa el tiempo de la vida de ambos personajes, que mueren en el curso del relato.

Madame Aubain y Félicité: su relación

Una mujer en el hogar en el siglo XIX

Felicidad, una muchacha con una mala infancia, difícil juventud y de una clase social que le condicionará el resto de su vida, acaba trabajando para la burguesía (representada por su ama, Madame Aubain). Estos duros episodios de su vida se ven reflejados a lo largo de la historia de Flaubert "Un corazón sencillo".

La relación que mantiene Felicidad -o Félicité, en el original francés- con su ama es una relación jerarquizada, ya que ambas proceden de distinta clase social. Madame Aubain se rige por el materialismo y los buenos modales en la educación de sus hijos. Desde que Felicidad entra en la casa, la criada muestra un especial cariño hacia los niños de su ama, Pablo y Virginia, un amor que se podría calificar como frustrado al no haber tenido ella misma un amor verdadero ni haber formado su propia familia. Felicidad vuelca sus sentimientos maternales hacia los niños, a los que consiente todo, incluso los lleva a caballito. Se crea con ello, también, un vínculo familiar en que está incluida Felicidad, además de Madame Aubain, Pablo y Virginia, puesto que la criada se encarga de la educación emocional de los hijos de su ama.

Aunque las diferencie su estatus social, su dolor ante la muerte de la niña Virginia y de Víctor, el joven marino sobrino de Felicidad, enrolado como grumete en un barco que naufragó en las costas de América, las iguala y hace que crezca el respeto entre ellas y que Madame Aubain se dé cuenta de que Felicidad forma parte de su familia y que no debe perderla; por eso le deja a su criada una pequeña parte de la herencia cuando muere, y Pablo consiente a Felicidad vivir en el maltrecho caserón familiar tras el fallecimiento de su madre.

Todos estos sentimientos no hacen que Felicidad aumente su ego, sino que se siente aún más culpable por lo que pasa. Ver morir a su ama antes que ella es algo que no acepta, pues lo considera antinatural, y ver que ella también padece neumonía en su vejez hace que se sienta satisfecha porque pronto va a seguir los pasos de su ama adorada.

En otra ocasión, a Felicidad se la vuelve a tratar como criada que es y se la abandona en el momento en que su ama muere y el hijo de Madame Aubain, Pablo, que se ha convertido en el prototipo del joven burgués materialista que tanto odiaba Flaubert, recoge la herencia familiar y se marcha a vivir lejos de su patria chica. Lo poco que Madame Aubain le dejó a Felicidad, una pequeña renta, será suficiente para que la vieja criada sobreviva, aun con precariedad, el resto de sus días. La pertenencia más importante que su ama le deja es, obviamente, el loro disecado, Lulú, que Felicidad conservará junto a sí hasta el último de sus días.

Podríamos decir que el nombre de Felicidad tiene mucho de ironía, de maldad flaubertiana, puesto que para la protagonista los momentos de felicidad son más bien escasos y efímeros, con un final trágico para todos ellos. En cuanto a Madame Aubain, hay que decir que el contacto con esa santa laica que es Felicidad la dulcifica. Cuando muere, con sesenta y algunos años, el narrador nos advierte de que, como era muy altiva -y había tratado por tanto con desdén a sus convecinos- poca gente acudió a su entierro. Pero la dulzura de su criada la había ablandado, así se ve mejor el efecto que el bien produce sobre el mal, la humildad sobre el orgullo.

En definitiva, la relación entre Madame Aubain y Felicidad empieza siendo una distante relación ama-criada obediente, pero con el paso del tiempo acaba teniendo matices de aprecio y confidencia, de camaradería casi, como ocurrió en la vida real a los Flaubert con la criada que tuvieron como doméstica más de cincuenta años de servicio. Cuando Gustave era cincuentón y su querida madre ya había muerto, él mandaba a su vieja criada, en algunas ocasiones, vestir los vestidos que habían sido de su progenitora y, así, entre sollozos de ambos, pasaban las tardes recordando el ayer.

Una vez más, Flaubert toma como materia artística de sus libros un suceso real, más bien anodino, intrascendente, y lo dota de sentimiento y valor estético en un largo y elaborado proceso de creación artística.

Bibliografía, webgrafía

  • CALERO HERAS, José: Literatura universal. Bachillerato. Barcelona, Octaedro, 2009, tema 8, pp. 151-162.

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (diciembre 2014): Marta S.
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.