Diferencia entre revisiones de «Oratoria clásica»
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Revisión de 00:10 10 jun 2013
En la sociedad democrática y participativa griega de los siglos V y IV a.C., la elocuencia, el dominio de la palabra y el buen uso del lenguaje gozaron de gran importancia. En los juicios el acusado tenía que defenderse por sí mismo, pero muchos recurrían a "compositores de discursos" como los sofistas.
Contenido
Tipos de discurso
No todos los discursos son iguales. Solo hay tres elementos constantes e imprescindibles: el orador, el texto y el auditorio. Así, según se ponga más énfasis en cada uno de estos elementos tendremos tres tipos de discursos:
- Discursos deliberativos o políticos: Dirigidos a un auditorio indeciso y pronunciados por un orador que, al menos, sopesa las ventajas y los inconvenientes de una opción política. La personalidad del orador es clave. Estos discursos están orientados a un tiempo futuro.
- Discursos forenses o judiciales: El discurso se pronuncia antes un tribunal y versa sobre hechos pasados, por lo que su tiempo de referencia es el pasado. Generalmente, estos discursos se abren con un prólogo, al que le sigue la narración de los hechos acompañados de pruebas. El objetivo clave es Conmover al receptor.
- Discurso epidíctico o de aparato: Lo más importante aquí es el discurso como obra literaria elaborada. Aquí se enmarcan los discursos de alabanza a un personaje o los discursos fúnebres. Su tiempo de referencia es el presente.
Proceso de elaboración del discurso
Un buen discurso debe pasar por cuatro fases:
- El orador debe, antes que nada, dar con el tema objeto del discurso.
- Conseguido el material, es preciso ordenarlo. Se comienza con un prólogo, que tiene como finalidad captar la atención del público. Viene después el cuerpo central, donde las ideas se ordenan por el sistema de coordinación, yuxtaposición y contraste. Y por último un epílogo, que sintetiza los argumentos y expone la intención del orador.
- Esta fase tiene que ver con los elementos exteriores del discurso. Se debe cuidar el lenguaje y el estilo van de la mano y que sean estéticamente correctos.
- El orador es, en cierto modo, un actor, pues se expresa oralmente ante un auditorio. La voz y los gestos deben guardar relación con las palabras y las ideas.
Demóstenes
Demóstenes (384-322 a.C.) fue un político y orador ateniense considerado el mejor orador de la antigua Grecia. Proveniente de una familia de empresarios ricos, perdió a su padre a los siete años y sus tutores abusaron de su patrimonio, por lo que, al acercarse a la mayoría de edad, tuvo que emprender largos procesos judiciales para conservar algo de su fortuna.
Ejerció en su primera juventud la profesión de logógrafo. Superó con esfuerzo sus dificultades para la oratoria por medio de ejercicios de declamación. A partir del año 354 a.C. intervino en asuntos políticos y se hizo famoso por sus discursos. Entre los primeros destaca Para los megalopolitanos, que atrajo la atención de los atenienses sobre el peligro que representaba el poder de Esparta. Denunció la ambición de Filipo de Macedonia en las famosas Filípicas, discursos pronunciados durante un largo proceso en la asamblea ateniense. Con esta obra se inicia la oratoria mayor de Demóstenes.
La serie se inicia con la Primera Filípica (349 o 351), un enérgico llamamiento a los atenienses. Entre 349 y 348, cuando Atenas concertó una alianza con la Calcídica para luchar contra Filipo, pronunció las tres Olintíacas, en que urgía a los atenienses a ayudar a Olinto; ello no evitó, sin embargo, la destrucción de la ciudad aliada. Demóstenes, que en 346 formó parte de la embajada enviada para tratar la paz con Filipo, pronunció en 344 otro llamamiento contra las pretensiones del rey de Macedonia en la Segunda Filípica. Tres discursos del año 341 dan testimonio de su máxima actividad como orador: la tercera y la cuarta Filípica y Sobre la situación del Quersoneso, una de las obras maestras de su oratoria.
A lo largo de la década siguiente intentó ser coronado por sus méritos cívicos, pero su rival orador Esquines se opuso a su propuesta y Demóstenes terminó siendo condenado al exilio. La hostilidad entre ambos oradores culminó en 330 en un gran proceso político. Demóstenes respondió triunfalmente con su discurso Por la corona. Esta demolición del adversario e inteligente apología de la propia actuación política está considerada la obra cumbre de su oratoria.
Lengua y estilo
La fuerza de sus discursos (de los que se conservan unos setenta) y la precisión de sus argumentos, con pocas figuras retóricas, le otorgan una originalidad excepcional. Como otros maestros de la prosa, Demóstenes pone especial cuidado en la estructura rítmica al final del período; ya en los comentarios de la Antigüedad se destacaba que la eficacia de su oratoria reside, en gran parte, en el ritmo.