Claves ideológicas del teatro de Buero Vallejo (1916-2000): el compromiso social y ético

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   “Lo que mi teatro es, no lo sé; de lo que intenta ser, sí estoy algo mejor enterado.
Intenta ser, por lo pronto, un revulsivo. El mundo está lleno de injusticias y de dolor:
la vida humana es, casi siempre, frustración. Y aunque ello sea amargo, hay que decirlo.
Los hombres, las sociedades, no podrán superar sus miserias si no las tienen muy presentes. 
Por lo demás, mi teatro no se singulariza al pretenderlo: esa es la pretensión común a
todo verdadero dramaturgo. La miseria de los hombres y de la sociedad debe ser enjuiciada 
críticamente; la grandeza humana que a veces brilla en medio de esa miseria también debe
ser mostrada. Considerar nuestros males es preparar bienes en el futuro; escribir obras
de intención trágica es votar porque un día no haya más tragedias.
   El dramaturgo no sabe si eso llegará a suceder, aunque lo espera. Y, como cualquier
otro hombre que sea sincero, no tiene en su mano ninguna solución garantizada de los
grandes problemas; sólo soluciones probables, hipótesis, anhelos. Su teatro afirmará
muchas cosas, pero problematizará muchas otras. Y siempre dejará —como la vida misma—
preguntas pendientes.”
   (Antonio Buero Vallejo, «Acerca de mi teatro», texto de hacia 1972 publicado
por vez primera en Obra Completa, II, edición crítica de Luis Iglesias Feijoo
y Mariano de Paco. Madrid, Espasa Calpe, 1994, p. 458)

Criterios específicos de corrección (Universidad de Zaragoza)

No se esperará, quizá, una respuesta demasiada extensa a la presenta pregunta, toda vez que los aspectos estéticos y escenográficos del teatro de Buero Vallejo son contemplados en otro epígrafe del programa.

Por lo que respecta al propuesto en esta ocasión («Claves ideológicas del teatro de Buero Vallejo: el compromiso social y ético»), el estudiante podría comentar la inquietud existencial que define muchas de las piezas del autor, en las que la búsqueda de la felicidad de sus protagonistas aparece frustrada por las limitaciones personales o por el peso de un entorno casi siempre asfixiante.

No es ajena tampoco a Buero Vallejo la preocupación social, la condena de la injusticia, la desigualdad y la opresión por parte de los más poderosos. Todo ello dentro de los límites que la censura franquista y los propios usos del teatro comercial imponían a cierto tipo de revelaciones: es decir, de acuerdo con los cauces de un «posibilismo» que, por lo demás, justifica que buena parte de sus piezas sitúen prudentemente su acción en el pasado histórico.

El teatro de Buero Vallejo adquiere, en efecto, un evidente sesgo trágico, aunque el destino de los hombres aparezca en sus obras marcado más por sus propios errores (o la carga del entorno) que por una oscura fatalidad. Las tragedias del autor pretenden provocar la duda y la inquietud en el espectador, lanzar acaso un interrogante, por medio de un final abierto por el que se filtra, en ocasiones, una esperanza de cambio. El de Buero Vallejo es teatro que invita a la superación, a la lucha por un mundo más justo.

El estudiante podría terminar su exposición resumiendo las aportaciones de Buero al teatro español en temas (existencial, social, ético), personajes (la tara, complejos, activos y contemplativos) y técnica teatral (la construcción abierta, efectos de inmersión), así como estableciendo las etapas de su obra (teatro existencial, de crítica social, experimental).

También podría completar su discurso con el recuerdo de alguna de las obras más representativas del autor, como Historia de una escalera, El tragaluz, La Fundación, o incluso con alguna pincelada sobre la biografía de quien fue condenado a muerte y finalmente sufrió la prisión por su alistamiento en el bando republicano.

Pero las presentes indicaciones son meramente orientativas. Una respuesta distinta, pero coherente, podrá merecer también la máxima calificación. Y, en cualquiera de los casos, el corrector deberá tener muy en cuenta las limitaciones de tiempo para la realización de la prueba.

Claves ideológicas del teatro de Buero Vallejo (1916-2000)

En sus obras de tono filosófico, Buero siempre busca que el lector no se evada, sino que piense en lo que ha pasado. Buero se dirige al espectador inteligente que no se deja engañar por el teatro sin significación intelectual de la época. Él intentará evitar la censura, escondiendo la crítica con un simbolismo realista, ya que cree necesario llegar al público a toda costa para que la protesta sea efectiva. Buero era un "posibilista", es decir, partidario del teatro que REALMENTE se podía hacer en España. Su postura pragmática le enfrentó al otro gran dramaturgo de la posguerra española, Alfonso Sastre, quien defendía una posición IMPOSIBILISTA, un teatro decididamente revolucionario que tendría grandísimas dificultades para salir adelante en un país marcado por la feroz dictadura de Franco.

En las obras de Antonio Buero Vallejo se pueden observar las siguientes claves ideológicas que marcan su estilo y personalidad como autor:

  • Crítica velada (simbólica) al régimen franquista: Fiel a su ideología de izquierdas y a pesar de la represión del régimen, Buero va a realizar un teatro crítico con la situación del país y contra el bando franquista, aunque de una forma sutil e indirecta, a diferencia de autores como Sastre (partidario, como ya hemos dicho, del imposibilismo). Para Buero, lo fundamental era que la obra se estrenara y llegara al público, lo cual era imposible si la censura la prohibía.
  • Exilio interno: Tras la Guerra civil, y a diferencia de otros autores españoles que se marcharon, Antonio Buero Vallejo no se irá al exilio, a pesar de sus ideas contrarias al bando vencedor. Estará en España de cuerpo, pero no de mente, pues sus ideas no se correspondían con la situación del país en aquel entonces. De esta forma, sus obras y su teatro le servirán como desahogo a la angustia de no ser libre para expresar sus ideas. También le valdrían como vehículo de expresión del compromiso que sentía a la hora de intentar cambiar desde dentro la sociedad que se estaba creando en la segunda mitad del siglo XX en España.
  • Compromiso con el ser humano : En sus obras, trata sobre la defensa de la dignidad del ser humano, pues el derecho a una vida digna le parece primordial, debido al trato sufrido en las cárceles franquistas, tanto por él mismo como por otros muchos pensadores contrarios al régimen. De este modo, se pueden observar en varios de sus trabajos las siguientes características:
  1. Representa una imagen totalizadora del ser humano.
  2. Reflexiona sobre la situación del hombre en el mundo y cómo se comporta ante situaciones como la opresión (El concierto de San Ovidio), la intolerancia (Un soñador para el pueblo), la falta de horizontes (Historia de una escalera), la soledad (El sueño de la razón), la mentira (El tragaluz)…
  • Crítica social: Las obras de Buero Vallejo analizan la sociedad española con todas sus injusticias, mentiras y violencias, las cuales giran en torno al anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones. Buero refleja en sus obras cómo la búsqueda de la felicidad, la verdad y la libertad se ve obstaculizada por el mundo concreto en que el hombre vive. Tal es la base del aliento trágico de su obra. Pero esta temática, con sus manifestaciones particulares, ha sido enfocada por Buero en sus obras teatrales en un doble plano:
  1. Un plano existencial: meditación, en contextos muy concretos, sobre el sentido de la vida y una condición humana en la que se entretejen ilusiones, fracasos, soledad…
  2. Un plano social y político: denuncia unas injusticias concretas que atañen a la estructura social, a las formas de explotación, a los mecanismos del poder opresivo. Buero llegaría a decir que, para él, cualquier problema dramático es siempre el de “la lucha del hombre con sus limitaciones siempre por la libertad”.

El compromiso social y ético

En definitiva, el teatro de Buero es un teatro existencial, poblado por los grandes temas humanos, donde cobra importancia la dimensión metafísica del ser y sus actos por encima de lo que le ocurre a los personajes. Hay, por supuesto, una trama concreta, unos personajes determinados a los que les ocurren cosas en unas circunstancias espacio-temporales específicas. Pero en las obras de Buero lo que late siempre es el compromiso social y ético, la apuesta por la convivencia, por la reconciliación y el perdón, la crítica del poder opresor, de la violencia gratuitamente ejercida sobre el discrepante.

En el teatro de Buero late la inquietud existencial. Los personajes buscan la felicidad, pero esta búsqueda se ve frustrada por las limitaciones personales de cada o por el peso de un entorno casi siempre asfixiante, como en el caso de La Fundación, donde los carceleros llegan a utilizar la tortura y el exterminio contra los disidentes.

Es por eso por lo que podríamos concluir diciendo que el teatro de Buero es un teatro profundamente humanista. Una lección de humanidad. Sus obras dramáticas pretenden provocar la duda y la inquietud en el espectador, lanzar un interrogante por medio de un final abierto por el que se filtra una cierta esperanza de cambio. Buero Vallejo nos invita en su teatro a luchar por un mundo más justo.

Vida de Antonio Buero Vallejo (1916-2000)

Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara, el 19 de septiembre de 1916. Conoció desde muy pequeño la lectura y el arte, de manos de su padre, llegando a aficionarse al teatro con tan solo nueve años.

Sin duda, el episodio que marca su vida, y que será el epicentro del mensaje ideológico de sus obras, es la Guerra Civil. Su sentimiento de afinidad al Partido Comunista lo hará pertenecer al bando perdedor y será perseguido por el régimen. Buero acabó encarcelado durante bastante tiempo. Sus vivencias en la cárcel le llevarán posteriormente a reflexionar sobre ella en algunas de sus obras, como La Fundación.

Tras la desaparición de la dictadura franquista en 1975, le son reconocidos sus méritos nombrándole miembro de la Real Academia Española (1971, aún en vida del dictador) y otorgándole importantes premios como el Cervantes (1986).

Falleció en el año 2000, tras una dura, pero incombustible vida.

Trayectoria y obra literaria de Buero Vallejo (1916-2000)

'Buero eligió la tragedia como género, la crítica social, la ética y el compromiso con el ser humano. En su técnica dramática, optó siempre por la construcción abierta, los efectos de inmersión, el simbolismo y los personajes. Fue un gran innovador. Su primera obra estrenada fue Historia de una escalera (1949) y la última, Misión al pueblo desierto (1999).

Buero pasó por varias etapas: existencial, social, experimental. Algunas de sus obras más relevantes son:

  • Historia de una escalera (1949).
  • En la ardiente oscuridad (1950).
  • La tejedora de sueños (1951).
  • El tragaluz (1967).
  • La Fundación (1974).

Un fragmento de Historia de una escalera (1949)

Historia de una escalera se estrenó el 14 de octubre de 1949 y fue un importante acontecimiento pues, frente a otras obras escapistas de la época, refleja la difícil cotidianidad de las clases menos privilegiadas, el duro día a día de hombres y mujeres insignificantes. La obra es, ante todo, el drama del fracaso de las ilusiones juveniles y la frustración por los sueños rotos y las promesas incumplidas. La historia transcurre en un mismo espacio, la escalera de un bloque comunitario, y se organiza en tres actos entre los que existe un salto temporal. Entre el primero y el segundo acto, pasan diez años. Entre el segundo y el tercero, veinte. Nuestro texto pertenece al final de la obra.

   (…Su hijo, FERNANDO, le ve cruzar y desaparecer con una mirada de espanto.
La escalera queda en silencio. FERNANDO, HIJO, oculta la cabeza entre las manos.
Pausa larga. CARMINA, HIJA, sale con mucho sigilo de su casa y cierra la puerta
sin ruido. Su cara no está menos descompuesta que la de FERNANDO. Mira por el
hueco y después fija  su vista, con ansiedad, en la esquina del «casinillo».
Baja tímidamente unos peldaños, sin dejar de mirar. FERNANDO la siente y se asoma.)
FERNANDO, HIJO: ¡Sí puede ser! No te dejes vencer por su sordidez. ¿Qué puede
        haber de común entre ellos y nosotros? ¡Nada! Ellos son viejos y torpes. No
        comprenden… Yo lucharé para vencer. Lucharé por ti y por mí. Pero tienes que
        ayudarme, Carmina. Tienes que confiar en mí y en nuestro cariño.
CARMINA, HIJA: ¡No podré!
FERNANDO, HIJO: Podrás. Podrás… porque yo te lo pido. Tenemos que ser más fuertes
        que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta
        años subiendo y bajando esta escalera… Haciéndose cada día más mezquinos y más
        vulgares. Pero nosotros no nos dejaremos vencer por este ambiente. ¡No! Porque
        nos marcharemos de aquí. Nos apoyaremos el uno en el otro. Me ayudarás a subir,
        a dejar para siempre esta casa miserable, estas broncas constantes, estas
        estrecheces. Me ayudarás, ¿verdad? Dime que sí, por favor. ¡Dímelo!
CARMINA, HIJA: ¡Te necesito, Fernando! ¡No me dejes!
FERNANDO, HIJO: ¡Pequeña! (Quedan un momento abrazados. Después, él la lleva
        al primer escalón y la sienta junto a la pared, sentándose a su lado. Se cogen
        las manos y se miran arrobados.) Carmina, voy a empezar enseguida a trabajar
        por ti. ¡Tengo muchos proyectos!
   (Carmina, la madre, sale de su casa con expresión inquieta y los divisa, entre
disgustada y angustiada. Ellos no se dan cuenta.) 
FERNANDO: Saldré de aquí. Dejaré a mis padres. No los quiero. Y te salvaré a ti.
        Vendrás conmigo. Abandonaremos este nido de rencores y brutalidad.
CARMINA, HIJA: ¡Fernando!
   (Fernando, el padre, que sube la escalera, se detiene, estupefacto, al entrar en 
escena.)
FERNANDO, HIJO: Sí, Carmina. Aquí solo hay brutalidad e incomprensión para nosotros.
        Escúchame. Si tu cariño no me falta, emprenderé muchas cosas. Primero me haré un
        buen aparejador. ¡No es difícil! En unos años me haré un buen aparejador. Ganaré
        mucho dinero y me solicitarán todas las empresas constructoras. Para entonces ya
        estaremos casados… Tendremos nuestro hogar, alegre y limpio…, lejos de aquí. Pero
        no dejaré de estudiar por eso. ¡No, no, Carmina! Entonces me haré ingeniero.
        Seré el mejor ingeniero del país y tú serás mi adorada mujercita…
CARMINA, HIJA: ¡Fernando! ¡Qué felicidad!... ¡Qué felicidad!
FERNANDO, HIJO: ¡Carmina!
   (Se contemplan extasiados, próximos a besarse. Los padres se miran y vuelven a 
observarlos. Se miran de nuevo, largamente. Sus miradas, cargadas de una infinita
melancolía, se cruzan sobre el hueco de la escalera sin rozar el grupo ilusionado
de los hijos.)

El tragaluz (1967)

Es una obra en donde se abordan las relaciones padres e hijos, así como entre vencedores y vencidos (grupo al que pertenecía Buero). Las relaciones entre el padre/la madre y sus hijos Vicente, Mario y la difunta Elvirita son importantes. También la triangular relación Vicente-Encarna-Mario que desemboca en el hijo que espera Encarna, engendrado por Vicente y asumido por Mario, como continuidad de la estirpe, como un modo de resarcir la muerte de Elvirita y previo el sacrificio de Vicente.

El tragaluz se presenta ante el espectador como un experimento futurista, una ficción creadora de la ilusión escénica, una fantasía que proyecta sobre el escenario hechos ocurridos en el pasado; este existe gracias a aquella. El experimento posibilita la recreación distanciada de un pasado histórico, cuya presentación resulta de este modo más objetiva, distancia necesaria para aprender de la historia, utilizando el procedimiento de la “mise en abîme”.

El experimento requiere de la presencia de los dos narradores, Ella y Él, que presentan el conflicto y lo llevan hasta su término, contando con un espectador cómplice al que se busca implicar éticamente; son los narradores quienes nos dan una lectura del conflicto centrada en el padre, en su vivencia individual, humana, quienes advierten sobre la pregunta primordial: “¿Quién es ese?”, apuntando la necesidad de preguntarse por las historias particulares, de recordar y de asumir el pasado, de sentir como propias las vivencias ajenas para humanizarnos. Son también Ella y Él quienes presentan, en definitiva, una perspectiva crítica de la historia de España durante la posguerra.

Es una obra de gran valor simbólico.

  • Hay un simbolismo espacial (la oficina como ámbito del sistema, de los sectores dominantes; el sótano como espacio de las víctimas), en particular el del tragaluz en sus diversos significados: comunicación de los de abajo con el mundo y con los espectadores, lugar sobre el que cada personaje proyecta sus obsesiones –es el tren, el cine, etc.–.
  • Hay también un simbolismo de los personajes: el padre es Dios, que, metafóricamente, salva a los seres humanos (los recortes) y administra la justicia al dar muerte a su hijo Vicente. El ruido del tren es un reflejo de la obsesión del padre (la división familiar por la guerra civil y la pérdida de la hija y hermana de los protagonistas), que acompaña el acto final de justicia del padre; pero el tren es también la vida fácil y cómoda que Vicente ha llevado tras separarse de la familia. El hijo que espera Encarna simboliza la esperanza que ha de cerrar las fracturas personales y familiares. Y la prostituta, tal vez el fantasma de la vida que Encarna cree que le espera, aunque, por fortuna, no llega a cobrar realidad.

Bibliografía, webgrafía

Trabajos de los alumnos

Edición, revisión, corrección

  • Primera redacción (enero 2018): Veronica Iturbe y Álvaro Moreno. Segunda redacción (febrero 2020): Jorge López. Jorge Oñoa.
  • Revisiones, correcciones: Letraherido.